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Carlos Semprún Maura

Gran y pequeño guiñol

En la misma emisión se proyectaron imágenes de la película de Al Gore para asustarnos, pero, como sucede con las escenas de horror del difunto teatro del Grand guignol, sólo daban risa. ¿Cómo es posible que tanta gente se crea esas chorradas?

Nicolás Hulot, el trepa ecológico, regaña a los candidatos porque, al parecer, no están teniendo en cuenta el compromiso que firmaron con su "pacto ecológico". Claro que los candidatos firmaron como se firma el "libro de oro" de un gran restaurante; sólo los paletos dan importancia a esa costumbre. Con sus exigencias "morales" (sic), lo que en realidad pretende Hulot es ser el virrey del próximo gobierno, o el vicepresidente. La semana pasada, en un programa de televisión de France 2, y acompañado de su consejero Edgar Morin (¡pobre Morin, pasar de ser consejero de príncipes a consejero de payasos!), nos explicó que los problemas del clima, de la Naturaleza, del medio ambiente, se resolverían a partir de una disciplina personal y moral. Algo parecido a la filosofía budista zen, vamos. Aunque tendría que consultárselo a Luis Racionero, porque puede que me equivoque.

En la misma emisión se proyectaron imágenes de la película de Al Gore para asustarnos, pero, como sucede con las escenas de horror del difunto teatro del Grand guignol, sólo daban risa. ¿Cómo es posible que tanta gente se crea esas chorradas? La emisión se titulaba "Los intelectuales y la campaña electoral" y, de puro milagro, había algún intelectual. Bernard-Henri Lévy, como siempre brillante y vacuo, comenzó atinado declarando que le parecía muy bien que se protegiera a los bebés focas y a los bosques, pero que le parecía más importante proteger a los humanos. Veinte veces repitió que volvía del Darfur, donde había viajado para un reportaje periodístico, en donde se desarrolla una masacre desde hace cuatro años. Fue capaz de llevar a cabo la proeza de no mencionar al Islam ni una sola vez. Pues lo cierto es que, sin haber ido al Darfur, todos sabemos que los islamistas sudaneses llevan treinta años, y no cuatro, masacrando a las poblaciones no musulmanas en el Darfur, como en otras regiones del Sudán.

El "reaccionario" Alain Finkielkraut, que cada día me cae mejor, destrozó literalmente a Ségolène Royal, pero se negó a decir por quién iba a votar, porque ha decidido no hacer nunca más propaganda electoral. Alain Mic, siempre tan social-liberal, criticó esa postura, y reafirmó que él votaría por Nicolas Sarkozy. En un programa anterior había sido más explicito sobre sus motivos, y hasta declaró que, cuando era ministra en el Gobierno Jospin, la Royal se había portado como una canalla (dijo algo peor: salope). Levy dijo que tenía razón, que había que declararse, pero que él aún no había decidido por quién votar. Eso ni él se lo cree, pero considera que algo de coquetería le conviene a su personaje.

Mientras tanto, François Bayrou sigue progresando en los sondeos y ya alcanza el 20% Es un desastre, pero mucho menos que Segolène. Y nosotros, los ancianos, estamos esperando, sin hacernos muchas ilusiones, algo de calentamiento del planeta.

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