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Amando de Miguel

Gatuperio de vituperios

También allí "altramuz" es "chocho", que en otras provincias (o comunidades autónomas) es una muy íntima parte de la anatomía femenina. Así que si se oye a alguien decir que le gusta comer chochos, no hay que llegar a conclusiones

José María Navia-Osorio se siente molesto por la costumbre actual de utilizar palabras malsonantes a troche y moche, por ejemplo, en la televisión. Añado que esta batalla la tiene perdida don José María. Paradójicamente, las palabras malsonantes se oyen tanto que dejan de serlo. La existencia de los tacos obedece al propósito expresivo, relajante, que significa abrir el depósito prohibido de palabras malsonantes. Cuando se atenúa esa condición prohibitiva, desaparece el tabú y la palabra malsonante pasa a ser neutra. A un hispanoparlante le resulta absurdo que el equivalente inglés de "infierno" resulte una palabra malsonante. En castellano hace mucho tiempo que "demonios" dejó de tener ese mismo sentido prohibido. Aun así funciona el ñoñismo de diantre para no tener que mencionar el diablo o el demonio.

Rafael García se extraña de mi interpretación de puñetas como "interjección inventada". No me expliqué bien. Se trata del mecanismo por el que, en lugar de pronunciar un taco, se emite una palabra con algún sonido parecido. Por ejemplo, caray o caramba en lugar de "carajo"; puñeta en lugar de "puta". Es una forma de ñoñismo que, por otra parte, facilita la convivencia.

A Pablo Heras le parece "excesiva" la exclamación "¡no te jode!", pero la versión "¡no te fastidia!" le parece "inane". En cuyo caso ha decidido tirar por la calle de en medio y dice "¡no te jostidia!". Es un recurso festivo muy popular el invento de ñoñismos para no tener que pronunciar palabras gruesas. Mi favorito es "jopelines" para no decir "joder" como exclamación.

Carlos Iradier recuerda un sonoro vituperio que utilizaba su abuelo, comandante de Caballería, cada vez que hablaba de algún personaje desagradable: "¡Habría que fusilarle con mierda!". Cumple dos requisitos del insulto: la referencia escatológica y el deseo de muerte.

Manuel González me envía una notable contribución a la enciclopedia libertaria de los insultos, un palimpsesto que se está escribiendo a golpes internéticos:

"Chingar" en Canarias (con permiso del señor Padrón) se usa por "salpicar'" en tiempos en que se hablaba menos explícitamente que ahora, nos chocaba a los peninsulares oír "No me chingues" a una educada señorita sentada junto a la piscina del Naútico de Tenerife. También allí "altramuz" es "chocho", que en otras provincias (o comunidades autónomas) es una muy íntima parte de la anatomía femenina. Así que si se oye a alguien decir que le gusta comer chochos, no hay que llegar a conclusiones; otra cosa sería que dijese que le gustaba bajarse al pilón.

Sin salir de nuestras Islas Canarias, puede o podía oírse a un indignado mago (nombre isleño de los campesinos), agotada su paciencia, preguntar: '"¿Por qué no me hace el favor y se va p'al coño su madre?" para enviar a alguien mucho más allá que a hacer puñetas.

Otro mago, también con toda su calma, justificaba ante el juez el leñazo que había dado en una discusión: "Mire, me llamó hijoputa, y me aguanté, porque no quiero líos; me llamó maricón, y lo mismo, y luego cabrón, y yo aguantándome. Pero luego me llamo endeviduo, y eso no se lo paso yo a nadie."

Yendo a una tierra igualmente querida de mi muy querida España, en Galicia, durante mi infancia, un insulto corriente era "galicoso". Es de origen lejano en el tiempo: el "morbo gallico" era la sífilis, que en cada país se le atribuía a alguno otro, vecino y poco apreciado.

Roberto Martín Macías precisa que chingar en México también se utiliza como "molestar". Por otra parte, lo de coger equivale asimismo a "fornicar". Para la acción de "coger" de los españoles se recurre a agarrar, tomar, alcanzar, etc. "Había un famoso humorista mexicano que imitaba a los gachupines [=españoles] y que casi siempre empezaba: "Yo por la mañana, cojo, me levanto...". Por mi parte añado que el verbo coger como indicativo de "fornicar" se empleaba tradicionalmente en el campo español para señalar el coito de los animales.

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