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Juan Carlos Girauta

Instrucciones

Polanco será considerado un hombre sin libertad de expresión, alguien débil a quien hay que defender en todos los foros. Blanco se presentará como un ideólogo y Rubalcaba como un modelo de sinceridad.

Llamaremos al PNV "nacionalismo moderado" aunque patee a testigos frente al TSJPV. Tal carácter se reafirma en la actitud de su policía: los escoltas del Foro de Ermua habían detenido al agresor de Antonio Aguirre, pero la Ertzaintza lo ha dejado escapar en un despliegue de moderación.

Designaremos "izquierda abertzale" al entramado ETA-Batasuna, considerado por el Tribunal Supremo como una sola entidad, terrorista por más señas. No hay que dejarse engañar: el juez Garzón –en su versión mister Hyde– aprueba la actividad pública de la izquierda abertzale. Otro efecto benéfico del etiquetaje es que los socialistas tibios se sentirán menos culpables cuando piensen en un futuro gobierno vasco en coalición con quienes asesinaron a compañeros suyos y con quienes lo justificaron.

Calificaremos de "ultraderechista" y de "franquista" al Partido Popular con el fin de facilitar a la progresía la comprensión de la realidad. Luchamos contra los padres y ahora tenemos que luchar contra los hijos, punto redondo. Resulta de lo más perturbador el manejo de pruebas en contrario, como serían: el pasado franquista, precisamente, del padre del autor de la frase "luchamos contra los padres..."; el civismo de las multitudinarias manifestantes del PP; el pasado de Jesús Polanco, la más autorizada voz de la progresía: su inoportuno enriquecimiento durante el franquismo vía información privilegiada y el monopolio de los libros de texto en el Chile de Pinochet.

Conoceremos como "crispación" los efectos de cualquier declaración, intervención pública u opinión que, relacionada con la política o la cultura, no proceda del ámbito de influencia del PSOE, IU, CiU, PNV, EA, ERC, BNG, ETA-Batasuna, digo la izquierda abertzale, y Ruiz Gallardón. Conviene no dejarse engañar por apariencias ni sentimentalismos: las víctimas del terrorismo crispan, y mucho. Cualquier popular, menos Ruiz Gallardón, crispa al hablar, aunque esté respondiendo a la frase de Rubianes "Me cago en la puta España" o a la brava descripción de "hijos de puta" debida a Maruja Torres y a la señora esposa de Carod.

Será inmediatamente acusado de guerracivilista aquel que discrepare de la Ley de Memoria Histórica –que establece oficialmente quiénes fueron los buenos y quiénes los malos en la contienda civil– o de las exhumaciones (de buenos) de Saura. Sobre la Guerra Civil española sólo pueden escribir y opinar legítimamente quienes vengan aparados por los defensores de la democracia, como los comunistas, los socialistas y la Esquerra. El año 34 no existió.

Polanco será considerado un hombre sin libertad de expresión, alguien débil a quien hay que defender en todos los foros. Blanco se presentará como un ideólogo y Rubalcaba como un modelo de sinceridad. Compraremos El País, escucharemos la SER, veremos cine español y, por difícil que resulte, nos reiremos con Eva Hache. Hala, id con Dios –es un decir– y difundid estas instrucciones, progres míos.

En España

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