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Amando de Miguel

Hechos y dichos

En la religión céltica los buenos espíritus habitaban en los bosques y se introducían en los árboles. Así pues, una forma de conjurar los peligros era "tocar madera" para que los buenos espíritus vinieran en ayuda del peticionario.

Ignacio Frías, prolífico "emilianense" (= emisor de emilios), me asegura que lo de "buen día" como forma de saludo le parece muy fría, frente a la tradicional "buenos días", mucho más cortés. Estoy de acuerdo. Lo de "buen día" es un catalanismo, o quizá un anglicismo o un galicismo. Pero, si el saludo es "que tengas (o que pases) un buen día", la cosa cambia. Esa fórmula vuelve a resultar cálida. No sabría decir por qué.

Juan Puyol me pregunta por el origen de la expresión "tocar madera" para tener buena suerte. Señala don Juan que en inglés se dice de la misma forma (to knock on wood) y con idéntico significado. Veamos. En muchas culturas la madera (relacionada etimológicamente con la madre y la materia) es un símbolo de vitalidad. Por eso hay muchos amuletos de madera. Sin ir más lejos, y con todos los respetos, eso mismo se puede predicar de la cruz de los cristianos. Sobre la expresión concreta de "tocar madera" como un símbolo de la buena suerte hay varias teorías. Las enumero por orden de mayor a menor verosimilitud:

  1. En la tradición cristiana, la madera es la cruz de Cristo, la reliquia suprema. San Pablo, en la Epístola a los Gálatas, insiste en que la señal de los cristianos es la cruz de Cristo, no la circuncisión. Es claro que si se toca la madera de la cruz de Cristo, o su réplica, algo benigno puede ocurrir.

  2. En la religión céltica los buenos espíritus habitaban en los bosques y se introducían en los árboles. Así pues, una forma de conjurar los peligros era "tocar madera" para que los buenos espíritus vinieran en ayuda del peticionario.

  3. En el juego infantil de las cuatro esquinas, gana el que llega a tiempo para tocar el árbol. Por tanto, pierde el que no llega a "tocar madera".

  4. Los judíos españoles del siglo XV, ante las amenazas de persecución, llamaban a las puertas de las sinagogas o las iglesias para pedir protección. Ese acto de llamar a la puerta (de madera) o de golpear con la aldaba equivalía a una petición de ayuda.

Pedro Manuel Araúz (Manzanares de La Mancha, Ciudad Real), a propósito de lo de "arrear estopa", recuerda el refrán "el hombre es fuego y la mujer estopa; viene el diablo y sopla". Está claro que lo de la estopa equivale a material incendiario.

Gabriel Moncalián Arsuaga (Santander, Cantabria) opina que la palabra máster es siempre ponderativa, mientras que maestro puede ser admirativa, pero también burlesca ("pasa más hambre que un maestro de escuela"). Añado que ese dicho se acuñó porque, en el siglo XIX, los maestros dependían del presupuesto municipal, lo que hacía que su parvo sueldo ni siquiera estuviese asegurado. Por eso se creó más tarde la figura del "maestro nacional", cuyo sueldo iba a cargo de los presupuestos del Estado. Desgraciadamente, ese título está en desuso. Hoy se emplea "profesor de primaria" y no sé si "monitor" o algo parecido.

De paso, don Gabriel confirma que la palabra pindio (= empinado) no aparece en el DRAE. Es cierto, pero se recoge en el DEA de Manuel Seco.

Carlos Horrillo se asombra de esta frase que introducía yo en un correo: "Espero que algún latinista pueda echar su cuarto a espadas sobre esta cuestión". Don Carlos opina que se trata de un error, que tendría que ser "echar su cuarto a espaldas", que significa, según él, "apoyar, arrimar el hombro, cargar con su responsabilidad". Siento decir que don Carlos no tiene razón. Toda la vida de Dios se ha dicho "echar alguien su cuarto a espadas". Significa "intervenir o meter baza en una conversación o polémica aportando su opinión, su punto de vista". Hay varias interpretaciones de ese modismo. El más fácil es que provenga de un juego de naipes, por el que se apuesta una moneda (un cuarto) a un palo (espadas). Otra explicación es que, a principios del siglo XIX, existían unos maestros de esgrima que iban por los pueblos dando lecciones sobre su arte. Se situaban en la plaza del pueblo y colocaban una bandeja en el suelo. Los mozos que querían tomar una lección práctica del maestro no tenían más que depositar una moneda de cobre (un cuarto equivalente a cuatro maravedíes) en la bandeja. Esa pequeña contribución les daba la oportunidad de habérselas con el maestro de esgrima para aprender sus mañas.

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