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Agapito Maestre

El silencio de los corderos

¿Quién conoce a Francino? Pocos. Francino no es casi nadie ya en la formación libre de la opinión pública política. Naturalmente, podríamos formular la pregunta de otro modo: ¿quién sabe el nombre del director del diario El País?

El debate sobre la autonomía de los medios de comunicación para formar opiniones democráticas continuará hasta las elecciones generales. La confrontación política entre un partido democrático, el PP, y la prensa de partido, el Grupo Prisa, no ha hecho nada más que comenzar. Las razones están de parte del PP, pero los llamados profesionales del periodismo no quieren dársela, entre otros motivos, porque son de la misma ideología que Polanco o, sencillamente, porque tienen miedo a cerrarse futuros puestos de trabajo. Es comprensible. Es una profesión dura. La vida del periodista, se mire desde donde se mire, es azarosa y pone a prueba como ninguna otra profesión la seguridad interna del profesional. Es aquí donde se circunstancia el miedo del periodista a opinar libremente.

Por otro lado, las condiciones empresariales de la prensa de partido explican no sólo el miedo de muchos profesionales a opinar libremente, sino su silencio cómplice con el modelo de periodismo totalitario impuesto por Prisa en España. Ni que decir tiene que existen muchos periodistas que son miedosos por naturaleza. Son seres sin coraje. Tienen miedo a la vida. De esta gente no hablo. No merece la pena perder el tiempo. A pesar de todo, como ya viera en los años veinte del siglo pasado Weber, lo verdaderamente asombroso es que no haya muchos periodistas humanamente descarriados o despreciables. En otras palabras, estoy convencido de que el actual silencio de los corderos se romperá más pronto que tarde, porque el paso dado por Rajoy tiene mucho mérito. Se ha enfrentado a un poder fáctico para que los periodistas desarrollen su labor al servicio de la democracia. Sí, sí, Rajoy está apostando por el ejercicio del periodismo al margen de los dictados de los partidos políticos.

La defensa del PP frente al ataque infligido por Polanco, que ha actuado como látigo calumniador al servicio de Zapatero, tiene un objetivo claro: potenciar el periodismo para la democracia. Quizá éste sea un objetivo indirecto del PP, que no ha tenido otro remedio que defenderse de las insidias de la prensa de partido, de la empresa Prisa, que tiene atemorizada a la profesión entera, pero al fin es un objetivo que beneficia a los profesionales. Por eso, resulta contradictorio que la mayoría de los profesionales del periodismo no se atrevan todavía a darle la razón al PP, o sea, a quien lucha porque los medios de comunicación en que ellos trabajan sean libres e independientes de los partidos políticos. La contradicción sólo se explica porque el modelo de periodismo sectario de Prisa, seguramente, ha infectado al resto de los medios.

Mientras llegan los grandes análisis de la prensa escrita, la radio y la televisión, por cierto que estos medios están a mucha distancia de los análisis que están teniendo lugar en la prensa de Internet, sobre el reto planteado por el PP a Prisa, que afecta al resto de medios, reparemos e insistamos en que las declaraciones de Polanco reflejan el desprestigio de Prisa en su grado mínimo de abstracción; en realidad, reflejan groseramente la crisis en la que está sumido hace tiempo este grupo mediático al servicio del PSOE. Hasta ahora, todavía podíamos buscar expresiones para hablar de la crisis de Prisa; por ejemplo, cabía preguntarse: ¿a qué sectores de la sociedad habla Francino? O mejor, ¿quién conoce a Francino? Pocos. Francino no es casi nadie ya en la formación libre de la opinión pública política. Naturalmente, podríamos formular la pregunta de otro modo: ¿quién sabe el nombre del director del diario El País? Pocos. En verdad, El País es ya un periódico viejo, muy viejo, para lectores dogmáticos. La línea editorial es cerrada, plana y gris. Sectaria. Si alguien no tiene bastante con estas breves observaciones, pregunten por la influencia que su estrella mediática tiene en el canal Cuatro de televisión. Pocos saben dónde habla esa estrella. Casi nadie ve ese telediario de partido. El buen profesional que es Gabilondo está desaprovechado. Ya no sirve ni para la propaganda.

Pero, después de las declaraciones de Polanco, todo eso es menor. Su ataque al PP ha hecho visible la deriva de Prisa, que está en los antípodas de la prensa libre y de espaldas a cualquier proceso abierto de formación de la voluntad democrática. El ataque grosero de Polanco al PP ha evidenciado lo que hace tiempo descubrieron los ciudadanos libres de España: Prisa es sólo una agencia de intereses económicos y políticos socialistas. Nada de estos medios de comunicación de Polanco tienen que ver con la información veraz, o el razonamiento más o menos acertado de opiniones políticas plurales. Todo ese entramado mediático no pasa de ser prensa vulgar de partido totalitario.

Por eso, precisamente, tiene tanta importancia la respuesta del PP, que si no la hubiera llevado a cabo ahora tendríamos que haber dudado de su capacidad para intentar renovar el tejido podrido de la prensa española. Importante es la respuesta a la provocación totalitaria del magnate más grande de la prensa europea. Importante es la medida ante el ataque kamikaze emprendido por el magnate que quiere morir como vivió: matando a quien se le ponga en su camino. La decisión del PP abre una discusión sobre la prensa que ya era necesaria. Ha mostrado el peligro que corren los medios de comunicación que están al servicio del poderoso. Quien siga la estela de Polanco, sin duda alguna, también será denunciado libre y democráticamente por el PP. Ojo, pues, que por aquí se les abre un boquete en la línea de flotación a otros medios de comunicación que quieren pasar desapercibidos, cuando en realidad están al servicio del Gobierno y sus tejemanejes con ETA. Ya habrá ocasión de hablar de Antena 3, Telecinco, etcétera.

La decisión del PP es modélica para crear tejido democrático. Los medios tendrán que aclararse. Los profesionales tendrán que definirse sobre su compromiso democrático. Y, por supuesto, será necesario trazar rayas democráticas de modo definitivo.

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