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Thomas Sowell

La picadora de carne de la política

¿Cómo vamos a esperar que personas altamente cualificadas, con opciones ante sí mucho mejores que un puesto gubernamental, se arriesguen a ser sometidos a la máquina de picar carne humana en que se ha convertido Washington?

Si hace falta un ejemplo de libro sobre lo malo que es nombrar un fiscal especial, el procesamiento del ayudante de la Casa Blanca Lewis "Scooter" Libby es un clásico. La acusación difundida a los cuatro vientos a través de los medios de comunicación era que la Administración Bush había filtrado el hecho de que la esposa de Joe Wilson trabajaba para la CIA. Lo habían hecho en represalia por haber dicho éste que Saddam Hussein no estaba buscando uranio en Níger, lo que contradecía a los informes de Inteligencia citados como uno de los motivos para invadir Irak.

Al existir una ley contra la revelación de la identidad de un agente de la CIA, surgió un clamor público para que un fiscal especial encontrase y procesase a quien hubiera filtrado esa información. Algunos periodistas se frotaron las manos imaginando la escena en la que al consejero de la Casa Blanca Karl Rove, o quizá al vicepresidente Dick Cheney, sería sacado de la Casa Blanca a la fuerza y esposado.

El Fiscal General John Ashcroft nombró un fiscal especial, Patrick Fitzgerald, para investigar estos cargos. Y aquí es donde la historia da un giro extraño e inquietante. Ahora sabemos algo que no sabíamos en el momento en que sucedió: Fitzgerald descubrió al principio de su investigación que la fuente de la filtración no eran ninguno de los cargos de la Casa Blanca sobre los que se centraban las sospechas. Era Richard Armitage, del Departamento de Estado. Además, la mujer de Joe Wilson había ocupado un puesto de oficina en la CIA, de modo que revelarlo no violaba la ley.

En otras palabras, no había crimen por el que procesar a nadie ni ningún misterio que resolver en lo que se refiere a la persona que había filtrado el nombre de la mujer de Wilson al columnista Robert Novak.

En este punto, un fiscal normal y corriente habría decidido que tenía otras cosas mejores que hacer que prolongar la investigación de un no-misterio acerca de un no-crimen. Pero los fiscales especiales son harina de otro costal. Patrick Fitzgerald insistió en prolongar la investigación durante tres años manteniendo en secreto el hecho de que no se produjo ningún crimen y que no había ningún misterio sobre quién filtró la información.

En el curso de su investigación sin sentido, resultó que algunas de las declaraciones de Scooter Libby entraban en conflicto con las declaraciones de algunos reporteros. De modo que Libby fue procesado por perjurio y obstrucción a la justicia y un jurado de Washington le declaró culpable.

Pero no sólo difieren las declaraciones de Libby de las de algunos periodistas, sino que algunos de esos reporteros se contradicen entre ellos en cuanto a quién había dicho qué y algunos se contradecían en sus testimonios posteriores sobre lo que habían dicho en uno anterior. La información sobre la esposa de Joe Wilson era tan secundaria y trivial en aquel momento que no es en absoluto sorprendente que no se grabase en la mente de quienes hablaron de ello. Sólo la campaña posterior orquestada por los medios la hizo parecer algo importante.

Con Libby a cargo de asuntos de peso en la Casa Blanca, no hay motivo para esperar que su memoria sea mejor que la de otros sobre algo tan insignificante como esto, y mucho menos como para condenarle por perjurio.

En cuanto a la teoría conspirativa sobre la venganza de la Administración Bush vía filtración debido a la oposición de Wilson a la guerra de Irak, Richard Armitage no era precisamente un halcón favorable al conflicto de Irak y el columnista Robert Novak se oponía a la guerra. No tenían motivos para desacreditar a Wilson. Hasta el término "filtración" es engañoso. En el transcurso de una conversación, Novak preguntó a Armitage el motivo por el que se había enviado a Níger a alguien sin experiencia como Joe Wilson y la respuesta de Armitage fue que lo habían hecho tras la recomendación de su esposa, que trabajaba en la CIA.

La columna de Novak no trataba sobre ese asunto, sino que lo mencionaba de pasada. A partir de esto, los medios progres se dedicaron a atacar con teorías conspirativas que ahora sabemos que eran completamente falsas. La vida de un hombre ha sido arruinada porque sus recuerdos diferían de los de otros cuyas memorias, a su vez, también diferían entre sí, y muchos periodistas estaban exultantes, como si sus teorías se hubieran visto reivindicadas.

Lo que es más importante, ¿cómo vamos a esperar que personas altamente cualificadas, con opciones ante sí mucho mejores que un puesto gubernamental, se arriesguen a ser sometidos a la máquina de picar carne humana en que se ha convertido Washington por culpa de la política, las campañas orquestadas por los medios y los fiscales especiales que pueden inventarse delitos de la nada durante el curso de una investigación, cuando en realidad no tuvo lugar ninguno?

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