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Thomas Sowell

Demagogia peligrosa

Los demócratas han tomado el control del Congreso siguiendo con mucha disciplina la muy inteligente estrategia de criticar constantemente a los republicanos sin arriesgarse a presentar una alternativa de cuyos resultados tendrían que hacerse responsables.

Uno de los peligros para un demagogo es que algunos de sus propios partidarios –aquellos que le creen al pie de la letra– se pueda volver contra él cuando comienza a dejar que sus actos se vean influidos por la realidad en lugar de seguir la lógica de su rimbombante retórica. Eso es lo que parece que les está pasando a la presidente de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y a otros demócratas progres del Congreso de Estados Unidos.

Partidarios del "no a la guerra" se manifiestan en Washington y frente a su casa en San Francisco protestando contra Pelosi y otros demócratas del Congreso por no recortar los fondos destinados a librar la guerra en Irak. Si la guerra de Irak fuera de verdad un derroche de sangre y dinero tan innecesario e inútil como vienen diciendo Pelosi y compañía, ¿por qué no ponerle fin? Pues porque hacerlo significaría asumir la responsabilidad de las consecuencias, y éstas serían desastrosas y duraderas. Probablemente aún duren cuando lleguen las elecciones del 2008.

Los demócratas no pueden correr ese riesgo. Han tomado el control del Congreso siguiendo con mucha disciplina la muy inteligente estrategia de criticar constantemente a los republicanos sin arriesgarse a presentar una alternativa de cuyos resultados tendrían que hacerse responsables. No hay señal de que quieran cambiar esa estrategia políticamente ganadora. Sus resoluciones no vinculantes contra la guerra son la perfecta expresión de la misma; quedan ante la opinión pública como contrarios a la guerra pero sin tener que asuman la responsabilidad de ponerle fin.

Lamentablemente para los demócratas del Congreso, sus partidarios de extrema izquierda se han creído al pie de la letra la retórica pacifista de Pelosi, Murtha y compañía, y consideran una traición que hablen tanto sin practicar lo que predican. Ha quedado dolorosamente claro que la presidenta Pelosi solamente pretendía anotarse unos puntos, políticamente hablando. Su gran sonrisa cuando ganó por un estrecho margen la votación a favor de una resolución no vinculante fue grotesca considerando que el trasfondo es un asunto de vida o muerte. No se sonríe de oreja a oreja por haber conseguido sacar adelante una estratagema política cuando están en juego las vidas de otras personas.

No son sólo los políticos del Congreso los que están tan preocupados por anotar puntos contra la Administración Bush que no muestran ninguna preocupación por las consecuencias reales que sus palabras o acciones tienen para las tropas que están en el campo de batalla, las naciones de Oriente Medio o la guerra global contra el terror. Gran parte de los medios se han apuntado también al ajo.

Por ejemplo, la portada del número del 18 de marzo del magazine del New York Times presentaba la historia de unas mujeres del ejército que decían haber sido violadas en Irak. Una semana más tarde tenía que publicar una corrección al descubrir que una de las mujeres ni siquiera había estado en Irak. Pero cualquier acusación sin pruebas contra el ejército norteamericano merece estar en primera plana, aunque nunca haya sitio para decir algo positivo sobre Irak.

Parece ser que no queda espacio ni siquiera para evaluar hasta qué punto el aumento en el incremento de fuerza militar norteamericana en Irak ha reducido las muertes de nuestras tropas a causa de ataques terroristas. Parece que tampoco hay mucho espacio para hablar sobre lo que significa el retorno de iraquíes desde provincias menos violentas a sus hogares en Bagdad. De hecho, nunca ha habido ningún espacio para discutir el hecho de que la mayor parte de las provincias de Irak no han registrado los niveles de violencia que los medios nos presentan día sí y día también.

La demagogia de los demócratas les ha colocado en una posición tal, que una conclusión exitosa de la guerra de Irak antes de las elecciones del 2008 puede suponer para ellos un desastre político. Si el reciente incremento en el número de efectivos en Irak y la mayor libertad con que cuentan para tratar con los terroristas allí reducen el nivel de violencia lo suficiente como para estabilizar Irak y que las tropas empiecen a volver a casa antes de las elecciones del 2008, los demócratas habrán perdido su órdago. Sólo una derrota en Irak garantiza la victoria política de los demócratas el año que viene. Su única estrategia es sabotear las posibilidades de una victoria militar en Irak sin asumir la responsabilidad de una derrota.

Ese es el callejón sin salida en el que se han metido ellos solos con su demagogia. Hasta sus partidarios se han dado cuenta.

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