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EDITORIAL

Moratinos emocionado

La carcundia progre, en lo referente a Cuba, se niega a asumir los costes humanos de sus manías.

Del sainete en que se han convertido las relaciones exteriores de España tras la llegada al poder de Zapatero, la humillación más dolorosa es la que se está sometiendo a los que luchan contra la dictadura castrista. El viaje de Moratinos a la isla es la constatación de este extremo y del modo en que el Gobierno se entiende con un régimen infame que esclaviza a los cubanos desde hace casi medio siglo. Con la "emoción" y las apelaciones al diálogo del ministro no sólo se entierra definitivamente la política de acercamiento a los demócratas cubanos, sino que se parte en dos la postura común que la Unión Europea en su conjunto tomó hace años contra la dictadura de los hermanos Castro.

La rendición de Zapatero ante Castro era previsible, pero no por eso deja de ser igualmente infame. Moratinos no ha tenido una sola palabra para los que luchan por la recuperación de la democracia, no se ha acordado de los prisioneros políticos que atestan las cárceles cubanas y, por descontado, no ha hecho intención alguna de reunirse con los representantes de la disidencia interna. En estos detalles es donde un ministro europeo de visita en Cuba se la juega. Moratinos está haciendo lo que cabe esperar en él, es decir, bajar la cabeza ante los verdugos y mirar hacia otro lado cuando las víctimas del régimen reclaman su auxilio.

La carcundia progre, en lo referente a Cuba, se niega a asumir los costes humanos de sus manías. Y si bien es cierto que un ministro se debe al Estado y ha de rebajarse a hablar con quien no se lo merece, también lo es que se debe a los principios que inspiran a ese Estado. En nuestro caso esos son la libertad y la democracia, ninguna de las cuales es ajena a nuestros representantes, que deben velar por ellas dentro y promoverlas fuera.

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