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Francisco Capella

Ética y estética

Muchos progresistas creen erróneamente que la naturaleza humana es infinitamente moldeable mediante la cultura, desconocen sus componentes genéticos universales y critican toda manifestación que vaya en contra de su ideal de humanidad.

El programa de televisión Cambio radical, que ofrece transformaciones físicas mediante cirugía estética, ha recibido críticas de los liberticidas habituales: asociaciones de cuatro gatos que se autoproclaman defensoras de consumidores y pacientes, médicos corporativistas, feministas colectivistas, políticos y burócratas varios, que lo acusan de frivolizar la medicina y de vincular la autoestima al aspecto.

Los seres humanos tenemos muy buenos sensores innatos de belleza aunque no seamos bellos. La vida suele ser más fácil para los guapos, aunque obviamente la belleza exterior no es la única característica interesante de las personas (sobre todo en el mundo cultural moderno). La psicología evolucionista explica la importancia de los procesos de selección sexual para la configuración genética de la mente de los seres humanos, de forma diferente en hombres y en mujeres por su distinto papel reproductivo: el aspecto físico es muy relevante, especialmente en las mujeres, porque es un buen indicador de juventud, salud y fertilidad. Es normal que las mujeres tiendan a preocuparse más que los hombres por resultar atractivas, y que se sientan inseguras si no lo son, ya que les costará más encontrar pareja o mantener la que tienen. En el programa aparecen muchas más mujeres que hombres porque la inmensa mayoría de los aspirantes son mujeres: los críticos ven un problema social de machismo.

La asociación “El defensor del paciente” ha pedido la retirada del programa. Tal vez haya suerte y la petición legítima no se transforme en exigencia violenta de prohibición de su emisión. Empar Pineda, portavoz de “Otras voces feministas” ha tildado al programa y a su publicidad de “sexistas y engañosos”. No entiende que tal vez los consumidores de cirugía plástica saben lo que quieren y no son simples marionetas frustradas por una publicidad que les informa de una posibilidad de mejora (y no simplemente fomenta su insatisfacción).

Especialmente patética ha resultado ser la Organización Médica Colegial, presunta salvaguarda de la deontología médica y representante exclusiva (mediante la coacción legal) de los médicos colegiados de España, que ha cuestionado la ética médica del programa. “Debemos criticar la instrumentalización de la medicina en un espectáculo poco respetuoso con la dignidad de las personas”; recuerdan “la especial responsabilidad de no promover un concepto consumista de la salud, evitando despertar falsas esperanzas o propagar conceptos infundados”; “ponemos en duda la validez del consentimiento en pacientes que reciben un tratamiento médico gratuito a cambio de participar en un espectáculo mediático que rompe la tradicional intimidad y confidencialidad que debe rodear el ejercicio de la medicina”. Intentan de forma penosa justificar su altanería moral por un presunto deber autoimpuesto; abusan del vacuo concepto de dignidad para absolutizar sus preferencias subjetivas particulares; caen en el topicazo antimercado del consumismo y acusan sutilmente de fraude; de forma paternalista creen que los pacientes no pueden decidir por sí mismos qué les conviene; creen que la intimidad y confidencialidad de la medicina son tradiciones obligatorias.

Muchos progresistas creen erróneamente que la naturaleza humana es infinitamente moldeable mediante la cultura, desconocen sus componentes genéticos universales y critican toda manifestación que vaya en contra de su ideal de humanidad. Los igualitaristas de la estética aspiran a un mundo en el cual la belleza sea irrelevante (tal vez proyectan sus propias frustraciones reprimidas) o poco importante (hacer a todos tener el mismo aspecto es complicado), o al menos que afecte por igual a hombres y mujeres (afán que quizás refleja el resentimiento de algunas feministas por no ser hermosas, o por que otras personas no valoren en ellas lo que ellas quieren que valoren). Si algunos se indignan por la desigualdad estética tal vez se deba a que no son físicamente agraciados y tienen envidia de quienes sí lo son (por herencia genética, por cuidar su aspecto o por pagar a un cirujano plástico para que los arreglen).

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