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EDITORIAL

La DGT pierde puntos

El carné por puntos, que se lanzó a bombo y platillo como un bálsamo milagroso contra la accidentalidad, no está por ahora sirviendo de mucho. Los españoles nos seguimos matando en la carretera como hace un año con o sin puntos que perder

Ni el recién estrenado carné por puntos ni los 317 radares fijos dispuestos a lo largo y ancho de toda la geografía española han servido para aminorar el número de víctimas en accidentes de tráfico. Sólo un muerto menos que hace un año en una Semana Santa marcada por la meteorología adversa y las retenciones de todos los años en los mismos lugares. Algo, efectivamente, está fallando, y a Pere Navarro, Director General de Tráfico, se le empiezan a agotar los cartuchos que viene disparando desde hace tres años.

No puede ser, por ejemplo, que la culpa de todo la tenga siempre y en cualquier circunstancia la alta velocidad. Hay países como Alemania en los que no existe límite de velocidad en las autopistas y la siniestralidad es más baja que en España. Va a terminar siendo que la repetida ecuación de que velocidad es igual a accidente no es tan exacta como la DGT quiere hacernos creer. Además, la mayor parte de los siniestros tienen lugar en carreteras autonómicas y comarcales, en las que el pésimo estado de la vía o su inadecuada señalización suelen ser los causantes de no pocos accidentes mortales. Tampoco es de recibo que, para la DGT, los conductores sean siempre los responsables de todo lo que acontece en la carretera, obviando los numerosísimos puntos negros y los cuellos de botella que se forman en los accesos a las principales ciudades.

El carné por puntos, que se lanzó a bombo y platillo como un bálsamo milagroso contra la siniestralidad, no está por ahora sirviendo de mucho. Los españoles nos seguimos matando en la carretera como hace un año con o sin puntos que perder. Y lo peor es que a Pere Navarro le está bien empleado por haber vendido la piel del oso mucho antes de cazarlo. En cuanto a los radares fijos, por mucho que Navarro se empeñe, no pueden sustituir a las patrullas de la Guardia Civil que, no se sabe por qué extraña razón, cada vez se ven menos por la carretera. Quizá sean útiles para sacar un dinero extra a los conductores que sobrepasan ligeramente el límite de velocidad, pero no para cambiar los hábitos de los que corren por puro placer habiéndose estudiado previamente los puntos en los que se encuentran los radares.

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