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Carlos Semprún Maura

Fin de partie

Bernard-Henri Lévy concluyó que votaría por... Ségolène Royal. Y los tres periodistas de izquierda que lo entrevistaban tuvieron discretos orgasmos políticos. Se les vio en la cara.

Ya está, todo ha terminado: el Oráculo ha hablado. Han entrado en la recta final de la campaña oficial para nada, porque todo está atado y bien atado desde que Bernard-Henri Lévy nos regaló su último discurso, la otra tarde, por televisión. Florido y archicursi, pues está visto que sigue obsesionado con Malraux, citó a Platón, Montesquieu, Tocqueville (¿porqué siempre se olvidan de mi admirado Montaigne?), el Siglo de las Luces y hasta a De Gaulle y Miterrand, para concluir que votaría por... Ségolène Royal. Y los tres periodistas de izquierda que lo entrevistaban tuvieron discretos orgasmos políticos. Se les vio en la cara.

Todas las generalidades humanistas que acababa de proferir se convirtieron en cenizas en ese momento. El propio Lévy había criticado a Ségolène y su farsa de "democracia participativa", que me recuerda a la "democracia" castrista: un líder y su pueblo, y nada de partidos, diputados ni otros trastos inútiles. Un líder, su pueblo y el ejército, para educar a los jóvenes delincuentes. ¿Y quizá una Isla de Pinos para los disidentes? Pero, en un segundo, Bernard-Henri Lévy se olvidó de sus críticas y le llegó la iluminación. De la noche a la mañana, Ségolène se convirtió en una mujer enérgica, valiente, que iba a lograr la independencia de Chechenia frente a Putin, solucionar los sangrientos conflictos del Darfur, defender los derechos humanos por doquier y congelar el Polo Norte. Lamentable, pero muy grave, porque eso puede aportar veinte votos más a Ségolène.

Lamentables son también los clips de la campaña oficial, anticuados, aburridos, aún menos convincentes que las entrevistas con periodista o con esos cien franceses en los platós de TF1, elegidos por su imbecilidad "ombliguista". Nicolas Sarkozy ha triunfado en la difícil empresa de su batalla interna en la UMP contra Chirac, Villepin, Alliot-Marie y los demás ministros y jefecillos chiraquianos, pero no sin haberse dejado "plumas" en ese combate. Como se le acusaba de ser húngaro, atlantista y liberal (lo peor de lo peor, para muchos franchutes), se vio o se creyó obligado a elogiar la postura carca de Chirac, favorable a Sadam Husein, en la guerra de Irak, a las instituciones de la V República y a la herencia gaullista. También defendió la protección francesa y europea contra la invasión de mercancías extranjeras. Sin embargo, no se le veía realmente convencido, y además contradecía anteriores y más interesantes declaraciones suyas.

Pese a haber dicho todo eso, estos días todos los tambores de la selva le han vuelto a tratar de facha, porque en una revista de filosofía declaró que las teorías sobre la predestinación genética merecerían ser analizadas y discutidas, lo cual se supone que debería calificarse de nazismo puro. Pero que yo sepa, Sarkozy jamás ha puesto en tela de juicio el principio democrático de la igualdad de todos los ciudadanos ante la Ley. Sin embargo, en esta campaña tan pobre de ideas, todo vale.

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