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Cristina Losada

El locuaz mutismo ante la ETA

El Gobierno que comentó aquella declaración de "alto el fuego permanente" de la banda terrorista, el que la celebró como una oportunidad histórica, el que anunció una negociación basándose en ella, ha perdido el derecho a no comentar las siguientes.

Siempre he echado de menos en los políticos españoles el uso de esa expresión, tan breve en inglés, tan lacónica: no comment. Un "sin comentarios" dicho a tiempo y cuánto tiempo nos hubiéramos ahorrado. Aquí, sin embargo, se lleva más lo que Shakespeare llamaba "esa charla de locos que sólo viene de la lengua y no del cerebro". Por eso es notable que, sin renunciar a la charlatanería, el Gobierno zapaterino haya puesto en circulación aquella fórmula anglosajona. En apariencia. Pues hay que consignar que sólo la utiliza en un caso y con una finalidad: escurrir el bulto ante ciertas comunicaciones de la ETA. Las que no son de su gusto. Las que colisionan con la visión que transmitió en su día ZP, de unos terroristas prestos a colgar armas y bombas a cambio de un pirulí y dos barquillos. Un cuadro enternecedor que le permitió inaugurar con toda pompa un "proceso de paz" fantasmagórico. Aún hace poco, ante los testigos de su ignorancia sobre el precio del café, reafirmaba su esperanza en la sustanciación del fin del terrorismo, sin ofrecer, como es habitual en él, ninguna prueba. El presidente necesita un país de crédulos. Y en parte, lo tiene. Pero esa es otra historia.

En un Gobierno y un partido con tendencia a la verborragia, y si no, ahí está Pepiño con sus ruedas de prensa y su blog heterodoso, el mutismo ante las bravatas y amenazas de la ETA resultaría ya de por sí digno de estudio. Pero es que de mutismo, nada. Bien mirado, lo que ofrece el Gobierno, y ha vuelto a ofrecer tras la entrevista a unos encapuchados en Gara, no es un no comment. Es la promesa de comentar. La esperanza de hacerlo algún día. Al decir que sólo comentará la declaración de la banda terrorista de que renuncia definitivamente a la violencia, trata de mantener viva la loca ilusión de que tal cosa puede llegar a ocurrir. Un indicio que revela, aún si no hubiera otros datos, que se niega a enterrar a la criatura fruto de sus secretas componendas. Que es un entierro al que le obligarían la letra de los bodrios que perpetra la banda y el ruido de su actividad creciente, la suya y la de sus tentáculos.

Comentar todo eso, llevaría al Gobierno adonde no quiere ir, de manera que calla. Y otorga. Yo, dice el Gobierno, sólo quiero oír una cosa. Y esa aparente firmeza –ahora, con las urnas en lontananza, toca firmeza– es pura debilidad. ETA repite una y otra vez lo contrario de lo que el Gobierno había dicho que diría y éste se niega a plantarle cara a una realidad que choca con sus deseos, dibujando de nuevo en el horizonte el espejismo del "comunicado final". Mientras los terroristas le hacen añicos el discurso de "la paz", Zapatero lo mantiene. Y sigue enviándole regalitos a la banda para ver si así le escribe lo que quiere leer, el panfleto que por fin podrá comentar.

El no comment del Gobierno ante la ETA no es tal, sino todo lo contrario. Pero, además, el Gobierno que comentó, y de qué manera, aquella declaración de "alto el fuego permanente" de la banda terrorista, el que la celebró como una oportunidad histórica, el que anunció una negociación basándose en ella, ha perdido el derecho a no comentar las siguientes.

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