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EDITORIAL

La segunda huida del Sáhara

A su heredero, Mohamed VI, no le ha hecho falta movilizar una marea humana, como hizo su padre, para conseguir la disposición del actual inquilino de La Moncloa a dejar tirados por segunda vez a los saharauis

El presidente del Gobierno ha dado este sábado otra muestra de que está decidido a encabezar una segunda huida española del Sáhara Occidental. Con el sentido de la deslealtad que le caracteriza –recuérdese cómo anunció la negociación con ETA: de cara a los focos, de espaldas al Parlamento–, ha deslizado en un mitin del PSOE, y por sorpresa, una cesión inaudita a Marruecos, reconociendo de manera inequívoca su soberanía sobre las aguas del banco pesquero canario-sahariano. Ningún mandatario europeo se ha atrevido a tanto en una zona sometida a un conflictivo proceso de descolonización desde hace treinta y dos años, bajo tutela de Naciones Unidas.
 
Cuando Jacques Chirac se refirió al Sáhara como "la Provincia del Sur" –así calificada en el discurso anexionista de Rabat–, la indignación internacional fue de tal calibre que el aún presidente hubo de retractarse y reconocer que la soberanía del Sáhara en modo alguno recae sobre Marruecos mientras los saharauis no se pronuncien sobre su futuro. Pero es que José Luis Rodríguez Zapatero no es un mandatario cualquiera, sino el presidente de un país que sigue siendo la potencia administradora en la que Naciones Unidas ha delegado la tutela efectiva de las garantías de cumplimiento de sus resoluciones sobre la zona.
 
España contrajo una deuda con los saharauis al salir de la colonia a empellones de la Marcha Verde, en plena agonía de Franco, y dejando a los nativos de la colonia a merced de la astuta tela de araña anexionista tejida por Hassan II. A su heredero, Mohamed VI, no le ha hecho falta movilizar una marea humana, como hizo su padre, para conseguir la disposición del actual inquilino de La Moncloa a dejar tirados por segunda vez a los saharauis y, de paso, llevar la expansión de Marruecos hasta la orilla mismo de Canarias, arriesgando la estabilidad de esta región estratégica y vital de España, frontera sur de Europa.
 
El líder del PSOE no sólo ha triturado la política de Estado en el Exterior, sino que, en el caso del Sáhara Occidental, ha tirado por la borda el acervo de solidaridad de su partido con los refugiados de los campamentos de Tinduf. El gesto de reconocer las aguas del Sáhara como "caladeros marroquíes" lleva su genuina marca: la política de hechos consumados, la traición entre sonrisas. ¿Y qué gana España con esta cesión unilateral a Marruecos? Aparte de un Tratado de Pesca de dudosa legitimidad y para el que existen caladeros alternativos y más ricos al sur de las aguas en disputa, parece que nada. Aunque, quizá, haya que hacerse la pregunta correcta: ¿qué le debe Rodríguez Zapatero al régimen autoritario de Mohamed VI?

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