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Víctor Llano

Sólo la verdad les hará libres

Creo que no son muchos los niños cubanos que hoy celebran la Eucaristía. Pero aunque sólo fuera uno y no tuviera más de 12 años, merece que quien le habla de Cristo no lo haga después de merendar con los que torturan a su padre.

Jamás entenderé la actitud que mantiene la jerarquía católica cubana frente a la tiranía castrista. Una persona es muy libre de poner dócilmente su mejilla izquierda a disposición de los que le abofetean la derecha. Lo que no parece cristiano es consentir en silencio que sea a otros a los que torturen y humillen. Mucho menos, presumir de haber alcanzado un mayor entendimiento con los carceleros de millones de sus fieles. O lo que es mucho peor, otorgarles el enésimo voto de confianza porque han tolerado una treintena de procesiones.

Viví en La Habana desde que nací en 1957 hasta el mes de agosto de 1969. Casi a diario frecuentaba la que era entonces mi parroquia. Los sacerdotes españoles que allí conocí me parecían buenísimas personas. De todos ellos guardo el mejor de los recuerdos. Y a todos les agradezco lo que a su lado aprendí. Creo que murieron. Pero si viviesen, confirmarían que ni miento ni me engaña la memoria cuando recuerdo que vivían entonces mucho mejor que cualquiera de las familias cubanas que conocían.

Ni entonces ni ahora les culpo por ello. Incluso, lo entiendo. Lo que no hubiera entendido es que confiaran en los que eran mis carceleros. Por eso es que no me parece cristiano conceder hoy un voto de confianza a los que entonces nos hicieron tanto daño. Son los mismos que fusilaron a mansalva. Los mismos que encarcelaron a los homosexuales y desafectos. Los mismos que fabricaron las más de doscientas cárceles en las que hoy torturan a más de cien mil presos. Con éstos son con los que, tras casi medio siglo de barbarie, la jerarquía católica cubana ha alcanzado "un mayor entendimiento".

No todos tenemos madera de héroes. Ni podemos exigir a los sacerdotes cubanos el valor que no exigimos a otros. Lo que sí creo que puedo pedirles como antiguo feligrés suyo es que no entreguen la verdad a cambio de la tolerancia castrista respecto a una liturgia que, si no se pone al servicio de la libertad, para nada sirve.

Creo que no son muchos los niños cubanos que hoy celebran la Eucaristía. Pero aunque sólo fuera uno y no tuviera más de 12 años, merece que quien le habla de Cristo no lo haga después de merendar con los que torturan a su padre. Que se confiese antes. Y que no lo olvide. Sólo la verdad le hará libre.

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