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Juan Carlos Girauta

Contrición (y advertencia) de Maragall

Maragall simplemente reconoce que no evaluó bien los mecanismos de seguridad del sistema, más difícil de violentar de lo que el tripartito y CiU hubieran deseado.

El estatut fue un error que no valió la pena, he ahí la almendra (amarga) de don Pasqual. Observen el alcance del reconocimiento cuando acaben de llamarle valiente y de darle la razón como han hecho el PP, Ciutadans y la Esquerra, o de quitársela, como su ingrato y amontillado PSC. Profundicen cuando terminen de falsear la hemeroteca con esa cantinela de que "muchos" ya lo dijimos. En Cataluña lo dijimos muy pocos. Puedo contarlos (contarnos) con los dedos de una mano. Y aún me sobran el índice expurgatorio del "espacio catalán de comunicación" y el corazón desbocado de los nacionalistas. ¿Muchos? A ver si habrá que sacarles las pruebas, a ver si habrá que sacarles los colores.

El estatut fue un error que no valió la pena. Porque, a ver si lo vamos entendiendo, el error pudo haber valido la pena. ¿O acaso desconocen la historia de la construcción nacional de Cataluña? Una historia de errores que han valido la pena. Una sucesión de plantes, "acciones", presiones, riesgos calculados y quebrantamientos de la ley. Por no hablar de los estiramientos, torsiones y maquillajes de la historia (errores, objetivamente errores) que para varias generaciones de maragalls y otras aves nacionalistas han valido, sin duda, la pena.

Concluye ahora el nieto del poeta que ese no es el caso del estatut. No es que vea la luz, no es que lo hayan sacado del error juristas cabales, no es que haya comprendido las incontables ilegalidades que personalmente quiso imponer a España bajo amenaza: si no lo aceptan, el drama está servido. ¿Recuerdan? No y mil veces no. Maragall simplemente reconoce que no evaluó bien los mecanismos de seguridad del sistema, más difícil de violentar de lo que el tripartito y CiU hubieran deseado.

Esfuerzo baldío, ilusiones marchitas y cansancio. Sabe ya que no bastaba con izar a un maniquí a la Secretaría General del PSOE y pasarle factura por los votos del XXXV Congreso Federal. Empezó midiendo mal a Rodríguez, que pronto barrería a todos sus acreedores, balbases, guerristas o maragalianos. Continuó confundiendo el papel de las instituciones, para descubrir demasiado tarde que este TC quizá no fuese el de Rumasa, que Rajoy quizá no fuese Fraga y que el cambalache lerdo y sentimental del zapaterismo quizá no fuese el orden de la orden felipista.

Por una vez, Maragall se adelanta a los acontecimientos y prevé los daños que supondrá para el gran nacionalismo transversal la huida hacia delante, es decir, el no acatamiento al TC. Es hombre leído; habrá recordado la llei de contractes de conreu. No así sus exégetas. Una de las tragedias de esta España del Tengo una pregunta para usted es que los periodistas andan demasiado ocupados con el precio de un café. Como si esto fuera Kenia o el Brasil, que todo se andará.

En España

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