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Emilio J. González

Al servicio del Gobierno

Hoy más que nunca, la CNMV está al servicio del Gobierno, no al de la defensa de los derechos legítimos de los inversores.

El nombramiento de Julio Segura como presidente de la CNMV y la confirmación de Carlos Arenillas como vicepresidente es un paso más en el camino emprendido por el Gobierno para someter al regulador de los mercados a sus designios, cuando lo que necesita este organismo ahora mismo son gestos y hechos a favor de su independencia, después del descrédito nacional e internacional en que se encuentra sumido. El Ejecutivo no es que no haya sabido aprovechar la ocasión para devolver al supervisor parte del honor perdido, es que no ha querido porque sus objetivos son otros muy distintos.

Segura no es, precisamente, un hombre de confianza de Solbes, sino todo lo contrario. Cuando el ex gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo, se presentó en el despacho del vicepresidente económico para abogar por su pupilo como sucesor de Jaime Caruana en el banco, Solbes urdió rápidamente el nombramiento de Miguel Ángel Fernández Ordóñez para el cargo y se evitó mayores problemas. Ahora, en cambio, un Solbes que ya renuncia a dar la más mínima batalla, ha concedido. Y eso es lo preocupante porque, aunque Julio Segura no pertenece al clan de Intermoney, sus buenas relaciones con el líder del mismo, Miguel Sebastián, y su voto en contra de Manuel Conthe cuando el ex presidente de la CNMV quiso sancionar a Enel y Acciona le colocan abiertamente bajo los focos de la sospecha.

Por supuesto, todo el mundo merece un cierto margen de confianza cuando asume un cargo. Pero Segura no es nuevo en esto de la supervisión financiera, sino todo lo contrario. Ya era consejero de la CNMV y, previamente, se había pasado trece años sentado en el consejo del Banco de España, donde dio bastantes pruebas de lo que ahora se puede esperar de él. Fue parte del grupo, aglutinado en torno a Rojo, que trató de derribar al primer Gobierno de Aznar desde el Banco de España y después le hizo la vida imposible todo lo que pudo por ser un Ejecutivo de un partido distinto al que lo había nombrado consejero. No resulta extraño, por tanto, que el PP haya puesto el grito en el cielo cuando conoció semejante propuesta ni que digan que el nombramiento de Segura va a ser "letal" para la CNMV. Porque de lo que se duda no es de su capacidad técnica, que seguro que la tiene, sino de su talante personal. Con estos antecedentes, resulta difícil pensar que Julio Segura vaya a ser ese presidente capaz de plantarse ante el Gobierno y reivindicar esa independencia que el supervisor de los mercados financieros tanto necesita para empezar a recuperar su crédito.

Por si no bastara con ello, el Gobierno de Zapatero ha renunciado a cobrarse la cabeza de un Carlos Arenillas que tan bien ha servido a sus intereses, tanto en el intento de asalto al BBVA dirigido por Sebastián como, con posterioridad, en las más que discutibles actuaciones de Enel y Acciona para hacerse con Endesa. Después de descubrirse las relaciones de Arenillas con la sociedad de inversiones Tagomago, así como el asunto de la opípara cena a que fue invitado por Vega Fund Holding, Arenillas tenía que haber dimitido porque su presencia en el seno de la CNMV pone todavía más en tela de juicio al organismo y su credibilidad. No lo ha hecho, y en este punto el Ejecutivo tenía que haber actuado. Sin embargo, el gabinete, lejos actuar como debería, se ha limitado a decir que las actuaciones de Arenillas no entran dentro de las circunstancias previstas por la ley para proceder a su cese. Puede ser, pero el Gobierno también podía haberle presionado, exigiéndole su dimisión sin necesidad de llegar a algo tan escandaloso y vergonzante como el cese. Esto fue lo que hizo Rodrigo Rato con Pilar Valiente y Luis Ramallo en el caso Gescartera y es lo mismo que tenía que haber hecho Solbes, o Zapatero, en el caso Arenillas, porque lo primero no es el Gobierno sino la credibilidad de la CNMV.

La visión de Zapatero y los suyos respecto del supervisor financiero, por desgracia, no es la de que éste tenga el crédito, la independencia y los poderes necesarios para desempeñar las tareas que se espera de él. Por el contrario, lo que quieren Zapatero y equipo es que la CNMV esté a su servicio y dé cobertura a sus desmanes. Arenillas se prestó a ello desde el principio y, por este motivo, seguirá en el cargo. Ahora se nombra a Julio Segura para cerrar la estructura de control y continuar la faena. Hoy más que nunca, la CNMV está al servicio del Gobierno, no al de la defensa de los derechos legítimos de los inversores.

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