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Víctor Llano

Amigos de los matones

Ya se demora en llamar a Esperanza Aguirre y agradecerle que pueda incorporarse gracias a su ayuda. ¿O es que acaso sus herederos le ocultaron tamaña vergüenza impropia de los descomunales logros de la sanidad robolucionaria?

De poco le va a servir al Partido Popular solemnizar lo obvio y pedirle a Zapatero que no insista en traicionar a las víctimas de la tiranía castrista. Como muy bien recordó en el Senado su ministro de Asuntos Exteriores, ellos deciden con quienes se reúnen y con quienes no. ¿Quién puede reprochárselo? A las personas normales les gusta alternar con sus amigos. Y como tenemos que suponer que Moratinos es una persona más o menos normal, ya conocemos que sus amigos son los matones que amenazan de muerte a una activista de los derechos humanos que no se conforma con sobrevivir en silencio bajo la bota de los socios del presidente por accidente.

Quien sí parece que se ha alejado un poco más de lo que se entiende por normalidad es Fidel Castro. Las medicinas que le proporcionó la tan denostada por él sanidad capitalista y, muy a su pesar, madrileña, le sirvieron para contener las hemorragias. Lo que no nos puede pedir son milagros. Los fármacos que pusimos a disposición del verdugo de cientos de nuestros compatriotas nada pueden contra la senilidad y la mala conciencia. Por cierto, ya se demora en llamar a Esperanza Aguirre y agradecerle que pueda incorporarse gracias a su ayuda. ¿O es que acaso sus herederos le ocultaron tamaña vergüenza impropia de los descomunales logros de la sanidad robolucionaria? Lo entenderíamos. Por mucho menos, centenares de funcionarios castristas conocieron por dentro alguna de sus dos centenares de ergástulas.

En cualquier caso, y a estas alturas de su sangrienta biografía, poco importa ya que el coma-andante conozca de dónde le llegó lo que cada poco le permite estrenar un nuevo chándal. Además, aunque es cierto que podría enfurecerle, nos consta que no le sorprendería. No por primera vez le ayudamos cuando más lo necesitaba. Porque aunque José María Aznar siempre pidió que se apoyase a los disidentes cubanos, y éstos sin duda se lo agradecen, lo que no podrán agradecerle es que en su momento pidiera a las empresas españolas que no invirtieran en los prostíbulos que rodean a las más de doscientas cárceles. No lo hizo. Y ha de pesarle. Nunca tanto como a los cien mil presos. Pero ha de pesarle.

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