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José García Domínguez

"¡A colocarse todos!"

En el fondo, lo que quiso transmitir Simancas es que resultaría profundamente injusto tratar a los jóvenes vándalos y borrachos de Malasaña igual que si fuesen viejos vándalos y borrachos, de Malasaña o de cualquier otra parte.

A lo largo de todo el siglo veinte no hubo un solo movimiento liberticida, ya fuese nazi, fascista o comunista, que renunciara a adular hasta la nausea a los jóvenes para usarlos luego como carne de cañón. De ahí que nada haya de original ni novedoso en las declaraciones de Rafael Simancas justificando a las hordas de borrachos que han herido de gravedad a un agente municipal en Malasaña. Y es que, según el aspirante del PSOE, esas desamparadas víctimas del Sistema necesitan "alternativas de ocio" de las tres de la madrugada en adelante; una surtida variedad de actividades lúdicas y festivas cuya organización y financiación, huelga decirlo, habría de correr a cargo de los poderes públicos, que para eso están.

Porque "los jóvenes madrileños no son vándalos ni borrachos", como se apresuró a aclararnos a continuación el estadista. Una información preciosa para cuantos pensasen que absolutamente todos los menores de treinta años empadronados en el municipio de Madrid eran politoxicómanos, macarras y delincuentes habituales fichados por la Policía. Aunque, en el fondo, lo que quiso transmitir Simancas es que resultaría profundamente injusto tratar a los jóvenes vándalos y borrachos de Malasaña igual que si fuesen viejos vándalos y borrachos, de Malasaña o de cualquier otra parte.

Pues detrás de esas aparentes tonterías improvisadas a micrófono caliente se oculta algo más hondo que la torpe demagogia descarada de un candidato que se sabe perdedor. Muchísimo más hondo. En realidad, lo que asoma la patita tras sus palabras es el gran legado sesentayochista que ha acabado por destruir las señas de identidad de la socialdemocracia continental. A su manera, lo que el pobre Rafa trata de hacernos comprender es que esos jóvenes bestias en ningún caso habrán de ser juzgados por las consecuencias de sus actos, simplemente, porque son jóvenes. Y la juventud, contra lo que suponemos los retrógrados, ya no es un estado transitorio de la biología humana que se acaba curando con el paso del tiempo, sino una categoría ontológica.

¿Vándalos y borrachos? No, hombre, no. Al contrario, constituyen la vanguardia de una nueva bioclase social asistida del legítimo derecho a dormir el sueño de la infancia interminable. La bioclase que contrapone su aguerrida y vital "cultura juvenil" a la Cultura, aquel ácido corrosivo que nos envejecía de golpe al contagiarnos una memoria que trascendía los límites de nuestra propia biografía.

Mas qué gran homenaje póstumo de Simancas al Viejo Profesor y su inolvidable lección magistral: "¡A colocarse todos!".

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