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Amando de Miguel

Frases más o menos hechas

La elección del dicho apropiado proporciona un sentimiento de legítimo orgullo al hablante. Se parece a la satisfacción que supone estar al tanto de un secreto. Conocer un idioma es dominar los dichos y frases hechas, no solo el vocabulario.

José Antonio Martínez Pons sostiene que es espuria la anécdota de la manzana que le cayó al joven Newton cuando dormía la siesta debajo de un manzano. Puede ser, pero la cuenta Newton de sí mismo. Con idéntico espíritu escéptico, don José Antonio comenta la famosa frase de Newton "si he visto más lejos ha sido por haberme subido a los hombros de los gigantes", contenida en una carta dirigida al científico Robert Hooke con quien se llevaba muy mal. El comentario de don José Antonio es: "lejos de manifestar humildad pretendía zaherir a Hooke, que era muy bajito y con esa frase manifestaba [Newton] que no le debía nada". No estoy muy de acuerdo.

La famosa frase "sobre los hombros de los gigantes" se decía así en la antigüedad. Seguramente ha pervivido en el mito de San Cristóbal (Cristóforo), el que lleva a hombros al Niño Jesús. Hay un libro entero de mi maestro Robert K. Merton sobre el origen de esa frase "sobre los hombros de los gigantes". Está claro que, cuando la escribió Newton, pensó que repetía una frase hecha. No hay duda de la alusión al enlace de las generaciones hasta llegar a los sabios de la antigüedad griega.

Respecto a la expresión "tocar madera", como signo de buena suerte, Ignacio Frías me envía una cumplida ilustración:

Hay al respecto decenas de teorías. La que ha tenido, tal vez, mayor difusión es la recogida en algún diccionario francés de términos mágicos, para el que la expresión toucher du bois –idéntica a la nuestra de "tocar madera"– es signo de felicidad y tiene su origen en tiempos de Vercingetorix cuando, en medio de una gran tormenta, un soldado romano salió indemne de la caída de un rayo, que no le alcanzó a él, sino al árbol que le cobijaba.

Lo cierto es que en pueblos de cultura celta, pero también en Grecia, el hecho de que con frecuencia los árboles fueran alcanzados por los rayos permitió suponer que eran éstos la morada de la divinidad que dominaba las fuerzas ciegas de la Naturaleza. De ahí, quizá, la superstición que impulsaba a "tocar madera" para invocar a la buena suerte, para conjurar el mal de ojo, para liberar las energías negativas...; en definitiva, para ganarse el favor de los dioses.

Hay otros posibles orígenes. Especialmente atractiva es la tesis que encuentra un origen medieval a la expresión "tocar madera". Al parecer, era costumbre de los caballeros santiguarse antes de entrar en combate. Para hacerlo tenían que levantar el brazo, dejando así al descubierto su único punto débil: la axila que, al no estar cubierta por la armadura, los hacía vulnerables a las lanzas y dardos de sus enemigos. Fue, pues, necesario sustituir la antigua costumbre de persignarse por la menos cristiana de tocar la madera de la silla de montar.

Insiste don Ignacio en que lo de "tocar madera" tiene que ver con otra paremia "venir de perilla". Perilla es "la parte superior del arco que forman por delante los fustes de la silla de montar".

Me pregunto si no habrá una explicación más sencilla, asociada al léxico. Veo una conexión en el origen de estas tres palabras: madera, materia y madre (con otros muchos derivados). Así pues, "tocar madera" sería tanto como volver al origen, a la madre, a lo primordial. En cuestiones etimológicas las interpretaciones suelen superponerse.

Rolando D.H. Morelli (Philadelphia, Pennsylvania, USA) me dice que en la ciudad de Puerto Príncipe (Camagüey, Cuba), se dice "causarle traspiés al gato" en lugar de "buscarle tres pies al gato". La verdad es que esa última expresión es la que se admite usualmente por absurda que pueda parecer. Quizá originariamente fue "buscarle cinco pies al gato", considerando que la cola era una pata más. Pero Cervantes estampó (por error o de broma) lo de los "tres pies" y así se quedó. La frase imperecedera la pronuncia Sancho Panza: "¡Oxte, puto! ¡Allá darás, rayo! ¡No, sino ándeme yo buscando tres pies al gato por el gusto ajeno!" (II, cap. 10). En el lenguaje actual sería: "¡Olvídate, maricón! ¡Es como buscar tres pies al gato porque lo mande otro!". Se refería el buen escudero a averiguar el paradero de Dulcinea. Lo de trabucar los refranes era parte del modo de hablar de Sancho. En ese caso hemos heredado la forma trabucada.

Pedro Manuel Arauz (Manzanares de la Mancha) quiere saber si es verdad que la frase "no hay mal que por bien no venga" la dijo Franco con ocasión del asesinato del almirante Carrero. En efecto, así fue. Franco adujo el dicho días después del asesinato de su amigo con ocasión del mensaje navideño de 1973. Los españoles de entonces oímos esa barbaridad y nos quedamos estupefactos. Particularmente recordé la frase que había dicho Carrero a Luis Sánchez Agesta, el prestigioso jurista que presidió el tribunal de oposición a cátedra que me juzgó en 1971. "Mientras yo viva, ese bandido [por mí] no será catedrático". En efecto, gané la oposición en 1971, pero el nombramiento no llegó hasta 1974. No deja de ser sarcástico lo que ahora imagino, que algún colega de la Facultad habrá pensado: "Mientras yo viva, ese bandido [por mí] no será profesor emérito". Pues bien, no hay mal que por bien no venga. Gracias a ese desplante la Universidad de Texas, San Antonio me requiere como profesor, supongo que ameritado.

Inquiere también don Pedro el sentido de la expresión "estar a la cuarta pregunta". Hay varias versiones. Me quedo con la más festiva. Los estudiantes de la primigenia Universidad Complutense representaban una fiesta iniciática en la que examinaban a los nuevos matriculados. Parte de la broma era hacerles estas cuatro preguntas: "¿Salutem habemus? ¿Ingenium habemus? ¿Amores habemus? ¿Pecuniam habemus?". Naturalmente, la cuarta pregunta era la más comprometida. El estudiante con posibles debía dar una propina a los veteranos. De ahí que "estar a la cuarta pregunta" equivalía a confesar insolvencia económica. Más tarde, en la práctica de los juzgados, después de tres preguntas sobre la identidad del procesado, se añadía una cuarta para acreditar su insolvencia económica. Era la contestación que aconsejaba el rábula.

Pedro Stalin Posadas Alejos (Yaritagua, Venezuela) me pide que le aclare por qué se forman los dichos y otras frases hechas. Me pide alguna bibliografía. Apunte tres libros muy convenientes: Severino Arranz, Etimologías inéditas y curiosas (Madrid: Verbum, 2005); Jose María Iribarren, El porqué de los dichos (Pamplona: Gobierno de Navarra, 1993); Juan de Dios Luque y otros, La creatividad en el lenguaje: colocaciones idiomáticas y fraseología (Granada: Granada Lingüística, 2005). Según entiendo, no hay una norma definitiva que dé origen a los dichos o frases hechas. Cuenta mucho el ritmo y la rima, lo chocante y divertido de la metáfora. La elección del dicho apropiado proporciona un sentimiento de legítimo orgullo al hablante. Se parece a la satisfacción que supone estar al tanto de un secreto. Conocer un idioma es dominar los dichos y frases hechas, no solo el vocabulario.

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