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Jorge Vilches

La campaña empieza en Irak

Los socialistas de Zapatero se presentan, de nuevo, no como una opción gubernamental sino como la oposición a un Gobierno Aznar que ya no existe.

Las referencias a la guerra de Irak y al 11-M en el programa electoral del PSOE para las municipales del 27-M son muy sintomáticas del estado de ánimo, peso ideológico y naturaleza del zapaterismo.

Los socialistas de Zapatero se presentan, de nuevo, no como una opción gubernamental sino como la oposición a un Gobierno Aznar que ya no existe. Repiten consignas del pasado que no sólo no tienen nada que ver con las elecciones municipales o autonómicas, sino que son anacrónicas.

La mención al conflicto iraquí y al atentado del 11 de marzo se debe, obviamente, a la carencia de ideas y propuestas constructivas. El mensaje zapaterista intenta suplir esta falta con afirmaciones antiguas, gastadas, y grandes declaraciones de intenciones, que cualquiera puede hacer.

La vinculación entre los dos acontecimientos –Irak y respuesta terrorista–, además, no es cierta ni inteligente, pues poco se compadece con la presencia militar española en la guerra de Afganistán. Una presencia que para Al Qaeda nos reafirma como objetivo de la yihad; es decir, del terrorismo islamista.

Pero es más; la alusión al conflicto iraquí y a los atentados de Madrid en la propaganda electoral muestra, asimismo, que esta legislatura se ha planteado como un ejercicio de oposición a la oposición. El pacto del Tinell, el apartamiento sistemático del PP, el remarcar "la soledad" de los populares, las acusaciones de "derecha extrema" y "franquistas", su estigmatización y la sorna constante de sus líderes han sido las prácticas más habituales.

Porque el zapaterismo se configuró como un movimiento a la contra, de reacción, capaz de aglutinar el rencor a un partido, a un Gobierno y a su presidente. Que convirtió la aznarofobia en una ideología, en una cosmovisión, un modo de entender el mundo y, también, de hacer política. La alternativa que presentó el socialismo de Zapatero era, en fin, una vida política, social o cultural sin el PP.

El "cordón sanitario" funciona en la oposición, pero en el Gobierno, cuando se carece de un proyecto concreto, firme, definible y conocido, se traduce en improvisación, rectificaciones y titubeos.

Ansiosos por recuperar la movilización que consiguieron en 2003 y 2004, el PSOE de Zapatero resucita Irak y el 11-M, lo que es una muestra de cómo ven a su electorado y, por extensión, a la ciudadanía. El votante socialista del siglo XXI parece que únicamente se define por su decidido compromiso contra la derecha y nada más, sin una capacidad mínima para valorar, entonces, un programa de gobierno autonómico o local.

El socialismo ha perdido en esta legislatura la oportunidad para, desde el poder, volver a convertirse en el otro gran partido nacional. Pero es una epidemia que ha alcanzado a toda la izquierda continental. Mientras la derecha liberal europea se reafirma en un proyecto constructivo basado en los valores liberales y democráticos como motor de progreso colectivo, la izquierda continental deambula. Para prueba, el botón zapateresco.

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