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Amando de Miguel

Política municipal y espesa

A mi modo de ver, el ideal del candidato para una alcaldía es una persona joven, con experiencia política, con un buen puesto profesional (en el que gana más que en la política).

Manuel Delgado Tenorio se solidariza conmigo por la defenestración de que he sido objeto en el PP de mi pueblo (Collado-Villalba). No voy a relatar mi caso porque es asaz vulgar, pero sí me interesa recoger aquí la experiencia de don Manuel por lo que tiene de aleccionadora. Revela muy bien la "ley de hierro de las oligarquías" que existe en todos los partidos, quizá en el PP menos que en los otros. Aunque sería mejor decir "Ley de hojalata de las mediocridades". Habrá que escribir sobre el asunto. Por lo menos se puede asegurar que en el PP hay un espíritu de autocrítica que es muy sano. Vean, si no, el magnífico testimonio de don Manuel:

Siempre he sido muy cercano al PP pero no me había planteado afiliarme hasta justo después de las elecciones del 14-M, como tanta gente. Conocía a un afiliado que me apadrinó, junto con la concejala de distrito (Fuencarral-El Pardo, en Madrid). Poco después de afiliarme y sin haber recibido el carnet me llamaron para ser interventor en las elecciones europeas y acudí. Al año siguiente, fui apoderado en el referéndum de la Constitución Europea. Entre ambas cosas, me llamaron para asistir a un par de mítines. En el verano de 2005, acudí al Campus FAES en Navacerrada y conocí a mucha gente del partido.

La cosa es que me gustó mucho "la vida de partido" (por llamarlo de alguna forma) y me decidí a participar más activamente. Así que contacté con mi sede de distrito a través de su secretario (creo que ése era su cargo), a quien había conocido en el Campus FAES y me ofrecí para colaborar activamente haciendo lo que fuera. Pasó el tiempo, llamé varias veces y escribí varios mensajes y todo eran largas. En una ocasión, me dijeron que quizá podía trabajar en la comisión de economía pero poco después me dijeron que no, porque "se la habían dado" a otro. La cosa se enfrió y lo dejé aparcado.

El año pasado volví a asistir al Campus FAES y volví a encontrarme con el mismo tipo, a quien volví a reiterar que me encantaría hacer algo en el partido. Dejé muy claro que no tengo intención alguna de medrar (afortunadamente, mi trabajo me gusta mucho y me da para vivir) y que sólo quería colaborar de forma desinteresada. De hecho, hacer algo en el partido es para mí un esfuerzo importante, porque mi trabajo es bastante absorbente. Intentamos organizar una reunión con la presidenta del distrito, que se pospuso en varias ocasiones sin llegar a nada. Pasado un tiempo, ni siquiera contestaban a mis mensajes.

Un afiliado de otro distrito me contó que eso era demasiado habitual: los que consiguen un carguito, por nimio que sea y aunque de él sólo saquen la sensación de poder, se aferran a él con uñas y dientes y se sienten amenazados en cuanto alguien, sobre todo si es joven y con preparación, expresa su deseo de participar. Al final, la única posibilidad de hacer algo es estar en el "séquito" de alguien con mucha influencia que consiga hacerse con el control del distrito y que automáticamente coloca a toda su gente en todas las áreas.

José María Navia-Osorio se lamenta muchísimo del incidente de Collado-Villalba. Debo advertir que a mí personalmente no me ha perjudicado gran cosa. El perdedor ha sido el partido como tal de Collado-Villalba, el grueso de sus militantes que se encuentran desmoralizados. Don José María añade una reflexión interesante que prueba ese estupendo espíritu autocrítico al que me refiero:

Lo de los partidos políticos es un problema porque hay personas cuyo único modo de vida es la actividad política y se juegan el cocido de sus hijos. Comprenda que sean capaces de cualquier cosa para sobrevivir. Los aficionados como usted y yo no tenemos nada que hacer frente a esas personas que, por otra parte, tienen el mérito de mantener la organización del partido frente a la improvisación de los aficionados. Mi teoría es que los candidatos ideales somos los funcionarios que cuando terminamos nuestra actividad política nos volvemos a nuestra plaza segura pagada por la Administración.

A mi modo de ver, el ideal del candidato para una alcaldía es una persona joven, con experiencia política, con un buen puesto profesional (en el que gana más que en la política). Todo eso por lo que respecta a la forma. El fondo debe ser el de una persona con fuertes convicciones morales, que se sienta español. Añádase algunas circunstancias exteriores: que el candidato sea una persona reconocida por sus vecinos, que se haya evadido de la relación con los constructores y los ricos del pueblo. Pues bien, ese perfil que digo corresponde a Julio Henche, el que fuera candidato a alcalde y presidente local del PP hasta su destitución. Esa destitución se ha producido a las puertas de la campaña electoral para regocijo de los otros partidos.

Lo preocupante no es la pequeña anécdota del caso, sino que la decisión oligárquica que digo se repita en otros muchos municipios. Por lo menos es así en los tres o cuatro que rodean a Collado-Villalba. No quiero indagar más. No me consuela que, en el caso de los otros partidos, la situación sea todavía peor. La verdad es que esto de la transición a la democracia nos está costando lo nuestro. Por eso mismo, a la hora de las elecciones, lo mejor será votar al partido que menos se aleje de las convicciones de uno.

Continúa don José María con su lamento. Su reflexión tiene mucho valor para mí:

A estas alturas de la vida política las tonterías estratégicas hechas a espaldas de la militancia sólo conducen a la derrota. Permitiendo estas cosas se ve que Esperanza Aguirre no es perfecta; el mejor escribano echa un borrón. Vuelvo a insistir en que el sistema de listas cerradas es malo. Incluso es incómodo para los dirigentes del partido que tienen que aceptar presiones de los barones del partido para que tengan su parcela de poder en la lista. Al final nunca contentan a nadie porque no hay sitio para todos y siempre acaban teniendo que meter en la lista a un par de inútiles que nadie quiere tener cerca. Es lo que le pasó a ZP que tuvo que tragar como ministras a Maleni y a la Trujillo a las que no aguantaban en su casa política.

A mi modo de ver, el sistema de las listas cerradas no es malo. La alternativa de listas abiertas alimentaría la tentación del caciquismo, que ya es, de entrada, un vicio generalizado. El error está en que las listas se confeccionan desde arriba, por los archimandritas del partido correspondiente. La lástima, en el caso de mi pueblo, ha sido que la lista se había confeccionado de abajo arriba. El problema está en que la tal lista fue desplumada por la superioridad. Por desgracia, ese experimento frustrado le costará caro al PP si, como imagino, se ha repetido en otros lugares. Sin ir más lejos, Sandra Llamas me comunica que, en su pueblo de origen (Astorga, León), el "alcaldable" tampoco se elige, sino que lo pone la cúpula del PP. Añado que será legal, pero no es legítimo.

Cambio de asunto y vuelvo al recurrente de los símbolos. José Antonio Martínez Pons me recuerda que la Constitución de 1978 se refiere a "la bandera de España", pero nada dice del escudo. Luego difícilmente será anticonstitucional el escudo de la II República, el de Franco (que perduró hasta 1981) o el toro de Osborne.

Aviso a los libertarios curiosos y francos de servicio. El próximo día 29, martes, a las 11 de la mañana se celebrará un acto público en la Facultad de Políticas y Sociología (Campus de Somosaguas). Se encuentra en la carretera de Húmera (Pozuelo de Alarcón). El acto público y académico será el de la última clase de mi carrera como catedrático numerario de la Universidad. Disertaré sobre “El habla de los españoles”. Habrá luego un refrigerio para que los asistentes puedan intercambiar abrazos y parabienes. Bienvenidos. Procuraré recoger en este corralillo de las palabras lo fundamental de mi intervención. Aunque recuerdo lo que decía Ortega y Gasset, que lo interesante de una conferencia no es lo que se dice en ella, sino lo que sucede. El texto lo estoy escribiendo. Es evidente lo mucho que debe a las cariñosas colaboraciones de los libertarios. Ellos son los que me han empujado a seguir la pista del habla de los españoles. No era una dedicación primordial mía, pero ahora lo es.

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