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Juan Carlos Girauta

Meteorología política

La intensidad de los vientos que van a correr hasta las generales, y su dirección, los anticipa esta convocatoria con fama de infalible.

Antes del escrutinio, ¿qué pinta el analista? Poco o nada, de ahí el periodismo de anécdota, harapiento reducto costumbrista que se mantiene inalterable desde las elecciones al tercio municipal, y aun más atrás; hojee u ojee el lector la prensa de la Restauración.

Quizá por eludir las crónicas de reporter Tribulete, entrégase el plumífero a campanudos cantos a la participación, como si el voto fuera un deber colectivo en vez de su contrario (un derecho individual). Con todo, tipos como Saura se lo ponen fácil: el rojiverde –que amén de regentar el caos de los Mossos es responsable de "Participación"– ha invitado a abstenerse a quien no vote a su partido (partido en cinco).

Por salir de tanta trampa y hacer una columna en condiciones, me he figurado la metáfora de la estación meteorológica. A ver. ¿Cómo está el tiempo? Pues mire usté, a España toda le hemos puesto un anemómetro, a Baleares un termómetro, a Navarra un barómetro y a Madrid un pluviómetro. Por medir ciertas variables, más que nada.

La lluvia madrileña puede ser letal para la izquierda. Entre la gestión de Esperanza –que no admite más peros que los de la mentira o los de la propaganda– y el ridículo superlativo de Miguel Cuánto, reprochado y reprobado por el mismísimo imperio mediático, las precipitaciones de voto popular podrían ocasionar naufragios de los de tierra adentro. Si es así, adiós a la nave socialista y a sus botes cripto (o clepto) comunistas. La recuperación será tan larga que igual les coge con Esperanza en La Moncloa. Pero como la lluvia es muy traidora, Gallardón podría capitalizar el navajazo Corulla y, en singular pirueta, adosarse a Rajoy de segundo en 2008, cual es su deseo. Sería el fin del PP que conocemos, por decirlo rapidito.

El barómetro en Navarra: si aguantan la presión los constitucionales, se salvarán los muebles de momento. Ay de todo y de todos, si no. El termómetro balear es para tomarle la temperatura a los populares. Bastará con que una bolsita de votantes esté lo bastante caldeada y se niegue a votar a una nacionalista catalana, para que el PP se quede sin su feudo insular y para que Matas y quienes le consienten aprendan una útil lección sobre el punto de ebullición de su partido.

Y un anemómetro para la nación entera, con veleta. La intensidad de los vientos que van a correr hasta las generales, y su dirección, los anticipa esta convocatoria con fama de infalible. Desde 1979 (es decir, desde las primeras municipales democráticas), quien gana en los ayuntamientos gana las generales subsiguientes. Y ahora, a medir.

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