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José Carlos Rodríguez

Zapatero, fascista

El consenso en torno al fascismo en economía es tan amplio que ni nos damos cuenta. Y como la política consiste en ponerle nombre a las cosas, basta con dejar de llamarle "fascismo" para colgarle cualquier otro letrero. "Diálogo social", por ejemplo.

¿Es usted un fascista? No crea; es una pregunta de lo más pertinente. Y es que tenemos a un Gobierno elegido por santo sufragio universal que ha hecho suyo el fascismo en materia económica hasta identificarlo con "la más singular seña de identidad de nuestro proyecto político para el continente". ¿Qué no me cree?

Esa "seña de identidad" que a Zapatero le sale del alma y que identificó con su propio proyecto el martes 22 durante la Confederación Europea de Sindicatos es doble: "la representación y la protección por medio del diálogo social", por usar sus mismas palabras. El fascismo dice precisamente eso. Para él la sociedad está formada por un conjunto de "fuerzas vivas de la nación" o, como se dice en un lenguaje más moderno pero no menos cursi, "fuerzas sociales". Éstas se representan por un conjunto de órganos, tales como los sindicatos, las confederaciones empresariales y otros. Y de la negociación de estos grupos, con el liderazgo y la moderación del Gobierno, vendrá la prosperidad y la justicia. ¿Alguno es capaz de distinguir esta filosofía de la de Zapatero?

Claro, que el consenso en torno al fascismo en economía es tan amplio que ni nos damos cuenta. Y como la política consiste en ponerle nombre a las cosas, basta con dejar de llamarle "fascismo" para colgarle cualquier otro letrero. "Diálogo social", por ejemplo. Las ideas y la práctica permanecen. Se dirá que antes había un sindicato único, pero ¿no tenemos ahora dos sindicatos únicos?

Y no es que no haya alternativas. Y no tendríamos porqué inundar con dinero de los contribuyentes las arcas de los sindicatos, que no representan a los trabajadores porque éstos elijen voluntariamente y de forma abrumadora no votarles y no afiliarse. Eso que nos ahorramos. Lo mismo cabe decir de las organizaciones empresariales. Bastaría con permitir a cada trabajador que negocie en libertad las condiciones que quiere pactar con la empresa y elija la forma en que quiere que ella le compense por su trabajo.

La del fascismo es una deriva muy atractiva para el poder. ¿No es este el Gobierno que quería crear un campeón nacional de la energía? Ya me dirán ustedes para qué lo queremos nosotros, si a los que pagamos la luz lo único que nos importa es que las empresas de todo el mundo tengan libertad para venir a España y competir por ganarse nuestro favor, el de los consumidores. ¿No contratamos permanentemente servicios a empresas extranjeras? ¿Qué más nos da que lo sean si nos ofrecen un buen servicio al mejor precio? Pero no pasa lo mismo con el Gobierno; a él le interesa un "campeón" al que poder mandar y humillar bien a gusto para ponerlo a su servicio, no al de los ciudadanos.

Pero ¿no será que no sólo Zapatero piensa así? ¿Cómo respondería a mi primera pregunta?

En Libre Mercado

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