Menú
Charles Krauthammer

Una pequeña enmienda a una mala ley

Si no cerramos la frontera, ese gesto generoso y humano anunciará al mundo que el modo más inteligente de entrar en Estados Unidos es ilegalmente.

Como el país más atractivo para futuros inmigrantes, Estados Unidos tiene el equivalente a las 100 primeras posiciones para elegir jugadores en el draft de la NBA. Aún así, por culpa de una política fronteriza laxa y de la mera inercia permitimos que esas vacantes sean ocupadas (y pido disculpas por anticipado a Bill Buckley) por los cien primeros nombres de la guía telefónica de San Salvador.

El compromiso de inmigración que se debate en el Congreso sí mejora nuestro criterio de selección de inmigrantes legales. Desgraciadamente, sus errores en el trato de la inmigración ilegal –en concreto, en la falta de garantías de que no tengamos en cuestión de diez años una nueva cohorte de doce millones exigiendo una amnistía– empantana por completo el buen trabajo realizado en lo que a la inmigración legal se refiere.

Hoy en día, la prioridad para venir aquí no se concede a lo mejor y más brillante, que espera en largas colas por toda la Tierra para entrar en Estados Unidos, sino a los familiares de los que ya viven entre nosotros. Teniendo en cuenta que podríamos escoger a las personas más enérgicas y emprendedoras del mundo, esto podría suponer una ventaja competitiva sorprendentemente desperdiciada. La presente reforma establecería un sistema de puntos para inmigrantes legales en el que cuentan el cerebro y la iniciativa. Esto es una mejora significativa sobre la situación actual. Pero antes de que nos extasiemos demasiado con el hecho de que vayamos a hacer por fin algo tan abrumadoramente evidente, hay que indicar dos salvedades:

  1. Este nuevo sistema por puntos entrará en vigor dentro de ocho años, durante los cuales recibiremos un nuevo flujo de inmigrantes elegidos no por sus aptitudes, sino por su familia. Y quién sabe si dentro de ocho años no echará abajo esta medida el Congreso que tengamos para entonces.
  1. Parece que no se podían limitar a crear un sistema de puntos en el que se concedan ventajas a la educación, las habilidades y la fluidez al hablar inglés. Éstos puntos pueden ser compensados mediante los concedidos por –¿no lo adivina?– los vínculos familiares. Ya se han propuesto enmiendas en el Senado encaminadas a que pese más ser sobrina de alguien que ser enfermera. Barack Obama, de hecho, propone abolir por completo el sistema de puntos de aquí a cinco años. Un sistema por puntos siempre puede manipularse para que tenga más importancia tener familia aquí que disponer de habilidades valiosas hasta convertirlo en un disfraz del actual sistema de inmigración en cadena.

En cuanto a las previsiones de la ley en materia de inmigración ilegal, no nos detengamos en nimiedades: es en esencia una amnistía. Es cierto que existe una multa de 5.000 dólares (¡por una familia de cinco miembros!) al registrarse para recibir el estatus de residente legal en los Estados Unidos. Pero el castigo que realmente tiene importancia para un ilegal es la deportación, porque destruye toda la vida que había construido en Estados Unidos. Cuando los federales llevan a cabo el registro de un taller donde trabajan inmigrantes ilegales, éstos no tienen miedo de que les griten: "Estamos aquí para ponerles una multa". El miedo es a que les digan: "Hemos venido para devolverle a la vida de miseria y penalidades en China de la que usted huyó."

Desde el momento en que el presidente firme la ley, todo extranjero ilegal que no tenga antecedentes penales puede pedir al Gobierno de los Estados Unidos un estatus legal temporal. Además, tan pronto como el presidente certifique que se han cumplido determinados puntos sobre la mejora de la seguridad de la frontera, esta cohorte de doce millones pasa a ser apta para el nuevo visado Z, renovable hasta su muerte, que les permitirá quedarse y trabajar y viajar y volver a entrar.

Esto es una amnistía y yo estaría completamente a favor de ella si creyese en las medidas previstas en esta ley sobre seguridad fronteriza. Si realmente van a ser estos los últimos inmigrantes ilegales que entren en nuestro país, saquémoslos de las sombras generosa y humanamente. Pero si no cerramos la frontera, ese gesto generoso y humano anunciará al mundo que el modo más inteligente de entrar en Estados Unidos es ilegalmente.

Para esta ley, la seguridad de nuestras fronteras se aseguraría con inversiones burocráticas y juguetes tecnológicos de última generación. Principalmente, se duplicarían las patrullas de la frontera hasta los 28.000 efectivos, se plantarían montones de sensores de alta tecnología y cuatro vehículos de vigilancia no tripulados (UAVs). Y 600 kilómetros de muro, la mitad de lo que el Congreso había ordenado por ley el año pasado. ¿Alguien piensa de verdad que esto detendrá la inundación? ¿Cuatro vehículos no tripulados? ¿Y cómo se cierra una frontera de 3.300 kilómetros con una barrera de 600? Y si esas barreras funcionan (y por supuesto que lo hacen, como demuestra la de San Diego), ¿por qué no construir una a lo largo de toda la línea que nos separa de México?

Esta amnistía se activa con el certificado presidencial de que se cumplen estos puntos de referencia burocráticos, al margen de lo que esté sucediendo realmente en la frontera. Qué estupidez. Debería activarse con algo real. Propongo una única enmienda, corta y muy concreta: "La amnistía será declarada la mañana posterior a que el presidente haya certificado, citando estudios sin intereses en la materia, que la inmigración ilegal a lo largo de la frontera sur se ha reducido en un 90%". Ésa única provisión garantizaría la aprobación de esta exhaustiva reforma porque la mayor parte de los americanos estaría satisfecho aprobando una generosa amnistía si se le pudiera garantizar que fuera la última.

En Internacional

    0
    comentarios