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Jorge Vilches

Sin confianza en Zapatero

Los etarras no defraudan porque nada se espera de ellos y así lo hemos dicho siempre. Sí defrauda un Gobierno legítimo que, con todo el poder de la ley en la mano, podía haber fulminado a una banda agonizante.

El Gobierno no transmite confianza, cuando la confianza es, sin duda alguna, el principal valor de cualquier Ejecutivo, máxime en democracia. Y esto lo prueba el que tras la derrota del 27-M, es decir, antes del comunicado de ETA rompiendo la "tregua", ya se estaba hablando de la posibilidad de adelanto electoral y de la muerte prematura de la legislatura.

¿Por qué no genera confianza? Principalmente porque no ha acertado en nada concerniente a la gran política, generando la sensación de que no puede resolver ningún problema importante.

El Gobierno se equivocó en una reordenación territorial fundada en satisfacer, a corto plazo, el ansia localista de poder. Esto se tradujo en una incomprensible carrera por conseguir nuevos Estatutos, que se han encontrado con la mayoritaria indiferencia de los ciudadanos, como atestigua la bajísima participación en los referéndum.

A esto, el zapaterismo le ha unido una barra libre de naciones, adheridas a peripatéticas razones étnico-lingüísticas, en el marco de un Estado plurinacional y multicultural que, francamente, marea a la hora de ubicarse en el mundo.

Las alianzas políticas del PSOE también fueron erróneas. Se empeñó en hacer del Pacto del Tinell el marco de referencia para la construcción del nuevo Estado, excluyendo al PP de la vida política. Para ello se alió con los antisistema, como ERC, BNG o IU, insistiendo en que ir de la mano de los que repudian la Monarquía parlamentaria, la democracia liberal y el libre mercado le daba el marchamo de hombre de Estado.

Y si la opinión pública no podía comprender esos pactos para "reordenar" el Estado sin contar con el partido de la oposición, menos aún la política exterior del Gobierno. ¿Qué decir de la ruptura con Estados Unidos? ¿Del innecesario apoyo a los derrotados Kerry, Schroeder y Ségolène? ¿Para qué insistir en la vacía e inútil "alianza de civilizaciones"? ¿O en la amistad con la dictadura cubana y el totalitario Chávez?

Pero aún hay más. El gran error ha sido el "proceso de paz". Porque el País Vasco no es Irlanda, ni Zapatero es Blair. Las cesiones en los casos de De Juana y Otegi, la actuación del Fiscal General con ANV o el tratamiento bondadoso de las actividades de ETA –con robo de armas y asesinatos incluidos– son incomprensibles para la mayoría de los españoles. Y lo peor ha sido el tiempo perdido para la derrota de la banda, cinco años, y que se ha permitido el fortalecimiento de ETA.

Los etarras no defraudan porque nada se espera de ellos y así lo hemos dicho siempre. Sí defrauda un Gobierno legítimo que, con todo el poder de la ley en la mano, podía haber fulminado a una banda agonizante. En este caso, no vale la excusa de las buenas intenciones, ni la referencia al derecho que, supuestamente, le asiste a todo Gobierno para intentar la negociación. ¿O es que la experiencia, la historia de otros que lo intentaron, no sirve para nada?

El Gobierno ha perdido la confianza de los españoles y el tiempo. Con ello, la sensación que deja es que antes había unos que agitaban el árbol y otros que recogían las nueves y que ahora, en este jardín plurinacional, sabemos que también hay un guindo del que se acaba de caer Zapatero.

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