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EDITORIAL

Ahora te suelto, ahora te encarcelo

El PSOE parece incapaz de tener una relación normal con el Estado de Derecho. Será quizá porque aún no se han quitado de encima la idea de que "el pueblo" –o sea, ellos– debe controlar todas las instituciones del Estado y ponerlas a su servicio.

Resulta difícil mantener la cabeza fría y los principios firmes cuando gente tan despreciable como Ignacio de Juana Chaos o Arnaldo Otegi van a dar con sus huesos en la cárcel. Es casi imposible refrenar la alegría, pero es necesario pararse a pensar hasta qué punto Zapatero controla las instituciones, especialmente la Justicia. Logró que De Juana paseara tranquilamente por las calles de San Sebastián y que la Fiscalía retirara todos los cargos contra el líder de la ilegalizada Batasuna. Eran los dos símbolos de su negociación, el "hombre de paz" e "interlocutor necesario" por un lado, el etarra que estaba "a favor del proceso" por otro.

Ahora, pocos días después del anuncio de la ruptura del alto el fuego "permanente", "las circunstancias han cambiado", que dijo Rubalcaba, y ambos han terminado entre rejas. El presidente del Ejecutivo ha empleado el Poder Judicial a su antojo, primero en un sentido y luego en el contrario. Es lo propio de un país bananero. Eso sí, no parece que la vuelta a la tortilla vaya a ser completa y nos vayamos a sorprender de ver al Gobierno de Zapatero actuando firmemente contra los terroristas. La negativa a ilegalizar tanto a ANV como al PCTV parece indicar que hay unos límites que no se piensan sobrepasar, no sea que los etarras se apliquen demasiado en su trabajo.

El PSOE parece incapaz de tener una relación normal con el Estado de Derecho. Será quizá porque aún no se han quitado de encima la idea de que "el pueblo" –o sea, ellos– debe controlar todas las instituciones del Estado y ponerlas a su servicio. La razón por la que Montesquieu abogó por la división de poderes era la prevención de la tiranía, pues la unión de los mismos, aun en democracia, permite a quien los controle una capacidad de someter a la población casi ilimitada. Lo estamos viendo en la Venezuela con Chávez.

No existen tampoco manos tan buenas, puras e inocentes como para poder manejar algo así. Como indicó Lord Acton, el poder tiende a corromper y el poder absoluto a corromper absolutamente. Si no económicamente, sí al menos moralmente. Es la base del llamado síndrome de La Moncloa, que es como se ha dado en llamar al alejamiento que sufren nuestros presidentes de la realidad y de los problemas de sus gobernados tras pasar cierto tiempo en el poder, y que ha afectado a Zapatero antes que a nadie.

Durante la etapa de Felipe González se emplearon las cloacas de la Policía y la Guardia Civil para combatir ilegalmente a ETA. Y durante esta legislatura se ha dejado sin efecto la Ley para negociar con el terror. Pero ni uno ni otro aplicaron el Estado de Derecho sin más, ni menos, como hizo Aznar. Esta no es sólo la opción moralmente menos corrupta, sino que ha demostrado ser también la más eficaz. Quizá sea por ambas razones por lo que los socialistas siempre la han despreciado.

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