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Altos vuelos

En Europa, las institucionesy las industrias están intentando conseguir racionalizar o simplemente organizar sus confusos funcionamientos geopolíticos que en ambos casos implican un minucioso equilibrio de poder entre franceses, alemanes y británicos.

Toda comparación es odiosa, pero a veces es inevitable. Si Bruselas acoge la Cumbre Europea  de los 27 Estados miembros, en París se celebra el 47 Salón Internacional de la Aeronáutica y el Espacio. Si en la capital de las instituciones europeas la UE intenta maquillar la crisis del Tratado constitucional que dura ya dos años, en Le Bourget, al norte de la capital francesa, el constructor europeo Airbus intenta romper con la imagen de desorden y confusión con la que se le ha asociado a lo largo de 2006.
 
Airbus, joya de la corona industrial europea, símbolo de su unidad y gran rival de la norteamericana Boeing, ha anunciado en París una oleada de nuevos pedidos para aclarar al mundo que despega de nuevo, como la UE. El niño mimado de EADS parece que se había guardado un as bajo la manga para brillar en el mediatizado Salón Le Bourget. Pero las malas lenguas señalan, sin embargo, que todo se debe a que Airbus ha otorgado descuentos de hasta un 40 por ciento. De rebajas, como el Tratado constitucional. Y es que Airbus necesita vender, vender, y vender para pagar las millonarias indemnizaciones que deberán compensar los retrasos que ya se adivinaban desde finales de 2005 en la construcción y entrega del malogrado proyecto A380, y todo por precipitarse para superar a la norteamericana Boeing, su obsesión.
 
En Europa, las instituciones por un lado y las industrias por otro están intentando conseguir racionalizar o simplemente organizar sus confusos funcionamientos geopolíticos que en ambos casos implican un minucioso equilibrio de poder entre franceses, alemanes y británicos. Merkel  intenta que la UE salga de su parálisis con un Tratado lo suficientemente simplificado, y Airbus intenta remontar el vuelo gracias a un plan de reorganización industrial, bautizado con el nombre de Power 8. Un esfuerzo que prevé más de 10.000 despidos en Alemania, Francia, Reino Unido y España, así como la venta o cesión de seis de sus 16 plantas. Sin embargo, el plan de ajuste no permitirá compensar el efecto de la depreciación del dólar frente al euro que en los últimos años ha absorbido parte de las ganancias en productividad de los europeos. Además, cómo olvidar la dimisión de altos ejecutivos de la compañía, la cancelación de numerosos encargos y el aplazamiento del lanzamiento de la otra gran apuesta europea, el A350, directo competidor del nuevo Boeing 787 Dreamliner.
 
Apostar por el futuro de la UE tal y como se plantea en Bruselas estos días es tan difícil como recuperar la confianza en ese símbolo europeo que fue Airbus. Basta con subrayar que la gran estrella de la compañía europea, el A380, sólo puede aterrizar en veinte o treinta aeropuertos en todo el mundo mientras que el modelo 747-8 de Boeing, su competidor, es capaz de aterrizar en 200. Está todo dicho.

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