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Juan Carlos Girauta

Para juzgar el tino del PP

El PP respetará sus propios principios si en vez de poner el partido al servicio de sí mismo o de alguna de sus familias, lo pone al servicio de la defensa y promoción de la libertad y de su único garante efectivo, que es la Constitución.

Hay más de una forma de encajar una derrota electoral, aunque el abanico no es muy amplio. Si lo parece luego es porque el tiempo va desarrollando un árbol de posibilidades, pero tal variedad resulta de la naturaleza y el orden en que los nuevos problemas se van sucediendo, y de la especulación post facto.

Con las elecciones recién perdidas, el PP sólo puede juzgar lo atinado de sus actuales decisiones aplicando dos o tres criterios. Por ejemplo, el del respeto a los propios principios; por ejemplo, el de la inteligente administración de sus activos; por ejemplo, el de la adecuación a dimensiones que no van a variar en el curso de la legislatura.

El PP respetará sus propios principios si en vez de poner el partido al servicio de sí mismo o de alguna de sus familias, lo pone al servicio de la defensa y promoción de la libertad y de su único garante efectivo, que es la Constitución. Es superfluo aclarar que esto no significa cerrarse a la reforma de la Carta Magna, que es previsión constitucional. Otras cosas no lo serían, como la aceptación del estatus de nación de algunos territorios españoles, o de relaciones de bilateralidad estables y asimétricas entre el Estado y alguna de sus partes, o de la consagración de cualesquiera otras desigualdades entre españoles.

El PP administrará correctamente sus activos si no se avergüenza de su etapa de gobierno, si no esconde a las personas que fueron capaces de derrotar al PSOE en 1996 y gestionar con excelencia la economía y la lucha contraterrorista, si cuenta con la gran cantidad de cuadros que hay entre sus filas (lo que incluye no sólo su pericia política, sino también su opinión en momentos como los actuales). Por fin, sus activos serán correctamente administrados si el criterio de la obediencia, o la dudosa virtud apparatchik de la ciega adscripción al líder, no prevalecen sobre probadas capacidades de gestión, sobre la fuerza del discurso o sobre la eficacia a la hora de enfrentarse al adversario.

El PP adecuará sus decisiones a condiciones no variables del contexto si, fiel a aquellos principios y contando con estos activos, se dispone a librar una batalla de ideas en condiciones de inferioridad, con un PSOE gobernante y hegemónico en los medios, la escuela, la Universidad; si allá donde gobierna no se deja llevar por el mainstream disolvente de la España discutida y discutible, clientelar, anómica, sectaria, acomodaticia y lanar.

A partir de aquí, juzguemos el tino de las decisiones, no los rostros veteranos o nuevos, ni los nombres, ni las edades.

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