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Pataleos, silbidos y espantadas en el Real por una obra “al límite de la pedofilia”

El planteamiento de Mortier, que desea familiarizar al público español con la ópera del siglo XX, fracasa con la obra de Warlikowski.

El planteamiento de Mortier, que desea familiarizar al público español con la ópera del siglo XX, fracasa con la obra de Warlikowski.

Contaba el nuevo intendente del Real, Gerard Mortier, en el Máster de Gestión Cultural de la SGAE y la Complutense, que el teatro tendría muchos problemas si se quedara "en una idea burguesa". "Hay que ir más allá", añadía. No le ha salido bien la apuesta a Mortier. El pasado lunes, con el estreno de El rey Roger, el público pataleó, se quejo y hasta hubo quien interpuso una queja.

El rey Roger, un polémico montaje de Krzystof Warlikowski, no fue bien recibida por el público del Teatro Real: pitos, silbidos, gente yéndose antes de tiempo... A la salida, los asistentes se quejaban de que la obra no era adecuada para formar parte del abono del Real. El planteamiento de Mortier, que pretende que los aficionados españoles se familiaricen con la ópera del siglo XX, no ha calado en el público del Real. "Yo no he renovado mi abono del año que viene", señalaba un asistente en El Mundo.

¿Cómo transcurre la obra? Comienza con dos artistas metiéndose droga mientras visualizan un documental de Warhol. Warlikowski intenta trasladar al espectador a los 70 más hippies, a la revolución sexual, al amor libre, a la psicodelia, al LSD y al rechazo al consumismo. Para muchos espectadores, esta proyección "rezuma imágenes innecesarias en el límite de la pedofilia".

Aún así, el público salvó de la quema al maestro Paul Daniel y a los intérpretes: Marius Kwiecien, Olga Pasichnyk, Stefan Margita y Will Hartmann, que recibieron el aplauso del público.

La historia de El rey Roger cuenta cómo una pareja feliz ve alterado su día a día con la llegada del Pastor, un extraño profeta que predica un nuevo evangelio. Una parte de la sociedad exige que le decapiten, mientras la otra le secunda irrazonablemente. Warlikowski quería responder, con esto, a "¿Por qué esta sociedad cristiana predica la muerte en lugar del amor?", según explicó el pasado martes en la presentación de la obra.

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