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sobrevivió a un suceso de película

La increíble historia del 'ministro del Papa' que lleva 130 proyectiles en su cuerpo

Joao Braz Aviz no sólo es uno de los más estrechos colaboradores de Benedicto XVI sino que lleva marcado en su cuerpo su trabajo en las favelas.

Joao Braz Aviz no sólo es uno de los más estrechos colaboradores de Benedicto XVI sino que lleva marcado en su cuerpo su trabajo en las favelas.

El pasado 4 de enero el arzobispo de Brasilia, Joao Braz Aviz, era nombrado por Benedicto XVI prefecto para los Institutos de Vida Consagrada, es decir, responsable en el Vaticano de todos los religiosos que hay por todo el orbe. Desde ese momento pasó a formar parte del círculo más cercano al Papa y debido a su nuevo cargo será nombrado cardenal en el próximo consistorio que se convoque.

Sin embargo, este obispo brasileño, desconocido totalmente para muchos y poco conocido para otros tantos, tiene tras de sí una curiosa historia que ha sido conocida por primera vez gracias a una entrevista concedida al vaticanista italiano Andrea Tornielli.

El obispo Braz Aviz ha pasado de las favelas de Apucarana, en el estado brasileño de Paraná, a los pasillos de la ciudad del Vaticano. Aunque el hasta hace pocas fechas arzobispo de Brasilia, capital del país con más católicos del mundo no podrá olvidar, aunque quisiese, su época de sacerdote entre los más pobres.

Y es que según ha revelado el nuevo miembro de la Curia, su cuerpo está marcado desde hace treinta años por 130 balines de plomo repartidos por todo su cuerpo. Para llegar a este momento hay que remontarse a 1983, cuando el entonces sacerdote Joao Braz Aviz tenía 36 años y era párroco en la Diócesis de Apucarana.

Ese día iba con su coche a ayudar a otro párroco cuando, según relata el obispo en la entrevista, "a mitad de camino, en un puente, vi un coche parado" y se acercó para ver si necesitaban ayuda. Su sorpresa fue cuando vio que no eran campesinos sino dos jóvenes armados. Le quitaron las llaves y le obligaron a seguirle sin mediar palabra.

¿Para qué? Pronto lo descubriría. A la media hora de estar "secuestrado" apareció un furgón blindado que transportaba dinero de distintos bancos. El prelado recuerda como los dos atracadores dispararon a las ruedas mientras los guardias también respondían al fuego.

Pero este cúmulo de despropósitos para el entonces sacerdote no acabó ahí. Cuenta Braz Aviz que viendo que la situación estaba bloqueada, "los dos jóvenes me apuntaron de nuevo a la cara: ve tú a hablar con los policías o te matamos. ¿Qué podía hacer? Di sólo pocos pasos y rápidamente los policías armados dispararon contra mí".

Decenas de proyectiles penetraron en su cuerpo. Balines de plomo que le perforaron un ojo, los pulmones, el intestino y muchas más puntos de su cuerpo. Se quedó inmóvil en el suelo, incapaz de levantarse, gracias a lo cual sigue vivo. "Después me confirmaron que si me hubiera movido me habrían matado", relata el prefecto vaticano. Mientras tanto, los ladrones consiguieron escapar.

El obispo brasileño recuerda que en el suelo se decía a sí mismo: "Jesús, pero ¿por qué debo morir a los 36 años?". Así, añade que desde dentro sintió la respuesta de Jesús que le decía: "yo morí a los 33. Ya has tenido tres años más que yo...". "Entonces me sentí en paz" y todavía en el suelo rezó, pidió perdón e hizo una última petición: "Señor, dame diez años más. No sé por qué pedí diez años".

Finalmente, consiguió salvarse e incluso no sufrió daños en el ojo pero durante un tiempo entró en periodo de depresión. "No era capaz ni de salir de casa", afirma. Sólo al año empezó a dar pequeños paseos alrededor de su residencia. "También esta especie de parálisis de la voluntad ha sido para mí una experiencia importante, para abrazar mi limite y mi fragilidad", sentencia emocionado.

Pero esta curiosa historia tiene un elemento más puesto que cuando se cumplieron los diez años más de vida que pidió en el suelo del tiroteo le llegó su nombramiento como obispo de Ponta Grossa. "Es como si el Señor me hubiera querido decir: hasta aquí tú me habías pedido la vida, y de ahora en adelante, te pido yo que me la dones a mí". Tanto, que ya sirve desde Roma a sus hermanos.

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