Uno: Bien por ellos. Nadie tiene por qué decirles qué hacer o no hacer con su negocio. Tanto nos hemos quejado de las leyes de fumadores para luego quejarnos de lo opuesto.
Dos: Tengo un niño de 4 y otra de 2. Se portan muy bien en comparación con muchos otros niños y no dudo en corregirlos o darles un tirón de pelo en público. Las pocas veces que se han tornado incontrolables (coincidiendo con falta de sueño), mi esposa y yo nos turnamos para sacarlos del local y no incordiar a los parroquianos.
Si hay algo que me agrada de España en comparación con países anglosajones es que puedo corregir a mis hijos en público sin temor a que me llamen a la policía. Lamento que haya tanta gente que no lo hace y hasta les premia las rabietas. Los míos saben que con una rabieta sólo van a conseguir que los ignoremos.
Y no son unos traumados. Duermen la noche corrida desde pequeñitos, ordenan sus juguetes a la hora de ir a dormir, el mayor sabe leer desde los 3 años, ambos dejaron el pañal de un día a otro, comen de todo. No me puedo quejar.
Con los ancianos pasa lo mismo. Hace años intenté enseñar un bonito bar al mí suegro y le impidieron la entrada. No he vuelto, naturalmente. Ellos ponen sus normas y yo mi dinero donde quiero. Peor es el caso de un bar que impidió a un grupo de chavales con mongolismo, acompañados de un tutor, sentarse en la terraza de su bar. Tan legal como repugnante.
Desde luego estoy de acuerdo en que cada uno es libre de orientar su negocio como mejor le convenga. Pero a mí me parece triste que no dejen entrar a los niños en los bares. Porque en España, de toda la vida, se aprendía a beber como se aprendía cualquier otro comportamiento imitando a tus padres.
Si no, pasa lo que ocurre en otros países y ya está empezando a pasar en España que a los 18 ó 21 años se descubre de golpe el alcohol y al no tener ninguna referencia de cómo comportarse los jóvenes van de borrachera en borrachera.
Es muy fácil. Si se cree en la propiedad privada, es derecho del dueño decidir que clientela acepta. Quien piense que el Estado tiene derecho a imponer su criterio, simplemente no cree en la libertad. El mero hecho de que haya debate indica que la lobotomización de la sociedad ha sido un éxito. Cada cuál es muy libre de "penalizar" a este restaurante, pero nadie tiene derecho a imponerle su criterio, aunque tuviera el respaldo del 99% de la población. De eso va la libertad.
Bueno,es su restaurante y está en su derecho de decidir quien entra y quien no,nos guste o no reconocerlo.
Pues la solución es bien simple... apretarles donde más les duele... en la cartera...
¡Verás que pronto recapacitan cuando nadie ente en esos antros reservados a los adultos...!
Algunos han olvidado que una vez fueron niños... o, quizás, ya nacieron siendo unos auténticos cenutrios...
¡Bienvenidos al paraíso de las prohibiciones...!
¡No fumes... no corras a más de 110... no comas hamburguesas... no seas católico... no vayas a los toros... !
Aquí lo único permitido es manifestarse y acampar en lugares públicos... y dar por el c... a los ciudadanos decentes...
Los niños en cualquier lugar son un incordio. Molesta y mucho. A los clientes y al personal.
Parece que los únicos que no los oyen son los padres y como los niños quieren alejarse de ellos es el resto de clientes los que los tienen que aguantar.
La medida es acertada y seguro que muy beneficiosa para sus negocios y para sus clientes adultos, sean diurnos o nocturnos.
Si los padres controlasen a sus hijos posiblemente no se hubiera llegado a esta situación, pero como no lo hacen, que se queden en casa con ellos y que les dejen hacer lo que quieran pero en su casa, sin molestar. Ya no quiero pensar lo que puede ser una familia numerosa... te ocupa medio bar, te piden 12 polos y te echan a la demás clientela....
Ademas, entrar en un bar no es un derecho basico y fundamental de la carta de las naciones unidas... hasta ahora.
Allá ellos. No entraré en esos comercios, ni aun cuando no vaya acompañado de mis hijas... Como dicen en algunos comentarios, cada uno es libre de hacer con su negocio lo que quiera. En Asturias, muchos ponen el cartel de "emburrie", (en vez de "Empuje") y yo no entro, puesto que me imagino que no me van a hablar en un castellano decente. Ellos se lo pierden, puesto que como ya dijeron anteriormente, será por falta de ese tipo de negocios... Ellos son libres de poner lo que quieran, y nosotros de pasar por ello.
Ni perros, ni niños, curioso país.
Ahora solo falta prohibir también la entrada a quienes no hablen en euskera batúa.
Muy bien muy bien.
Como muchos padres no educan a sus hijos, éstos se convierten en unos tiranos insoportables. En Suiza, los perros entran en bares y restaurantes y son más educados que muchos críos. Así que nada: primero, educación y después ya podrán entrar en los sitios.