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¿De qué se ríe el cine español?

Cuando sólo quedan dos días para la gala de los Goya todavía resuenan los escándalos que han removido los cimientos del cine español.

Si la cultura es la identidad de un pueblo, evidentemente en España está fallando algo. La gresca de Ángeles González Sinde con el presidente de la Academia Álex de la Iglesia, que la propia ministra ha intentado rebajar en vano en los últimos días, aproximan al cine español a un sainete, una farsa, una parodia nacional de las que tan bien cultivaba el desaparecido Berlanga.

Los ánimos están calientes para la ceremonia de los Goya del domingo, que seguro recogerá unos válidos índices de audiencia de los que todo el mundo se congratulará el lunes. Pero, en realidad, de poco puede reírse el cine español. Las desastrosas recaudaciones del año 2010, un 34% por debajo de las del año anterior y claramente inferiores a las subvenciones del Gobierno, constatan la nula conexión del producto nacional con la audiencia. El ridículo de la ley Sinde y la dimisión de De la Iglesia, el cúmulo de declaraciones cruzadas entre ambos -que por momentos ha podido ocultar la reaccionaria sustancia del texto- parece sólo una válvula de escape que constata el desastre, el derroche de dinero y el desperdicio de talento.

Como tantas otras cosas, todo comenzó en El Pais. El director de la Academia anunció en el diario y a todo trapo que dimitía después del acuerdo para pasar la ley -aprobada esta semana en el Senado-, poniendo en evidencia a la ministra del cine, ya acorralada por su política de subvenciones. De la Iglesia quiso permanecer hasta que tuviera lugar lo que denominó la fiesta del cine español, la gala de los Goya, este domingo 13 de febrero. La ministra desplegó entonces su red de influencias para tratar de desalojar al director vasco antes de que la gala tuviera lugar y evitar la incómoda foto mutua. La ‘operación Sinde’ fracasó tras una reunión de miembros que acordó que De la Iglesia permaneciese no ya hasta los Goya, sino hasta la lógica convocatoria de elecciones. Era la guinda del pastel de las malas relaciones entre el vasco y una ministra que ha destacado por sus destituciones fulminantes, como fue el caso del director del ICAA Ignasi Guardans.

En el lado positivo, cabe reconocerle a De la Iglesia su habilidad y propósito de conciliar a la comunidad cinematográfica para, a partir de ahí, acercarla a su público. La gala del año pasado, presentada por el showman de La Sexta Andreu Buenafuente, consiguió más de 4.600.000 espectadores, un 26,4% de share, gracias a la conjunción de sorpresas efectistas del circense director (la entrada por sorpresa de Almodóvar escenificando su “reconciliación” con la Academia generó el masaje generalizado que buscaba el manchego) y la presencia de una película, Celda 211, que hizo más por el cine español que todas las demás juntas. En la ceremonia de 2011, también presentada por Buenafuente, se espera un resultado similar o superior, debido a la sucesión de primicias extra cinematográficas provocadas por el asunto. Cabe mencionar aquí que De la Iglesia, nominado por Balada triste de trompeta (que acumula nada menos que 15 menciones) nunca renunció a optar al premio, pese a ostentar la presidencia de la institución que le nomina y las polémicas recopiladas aquí.

Respecto a lo que debería ser lo importante, es decir, lo acertado o no de las nominaciones, poco importa: éstas han quedado totalmente ocultas por la polémica. Dejando de lado que los filmes del presidente de la Academia y la vicepresidenta de la Academia (¡!) son dos de los que más menciones acumulan, este año no quiten atención a Pan Negre ni Enterrado. Las dos películas que parecían partir con desventaja podrían ser las que dieran la sorpresa en la ceremonia, dejando con un buen palmo de narices a más de uno, se siente donde se siente. Si bien es cierto, hay que recordarlo, que la primera se vio implicada en el escándalo de la compra de votos de los premios del cine catalán (¡otro bravo!). El ninguneo generalizado a otro de los pilares del cine español, Fernando León de Aranoa, que por si no se enteraron -pocos lo hicieron- este año estrenó una película; la nominación a Terele Pávez (por una intervención de apenas un par de minutos en Balada triste de trompeta); o la excesiva concentración de nominaciones en muy pocas películas, ya ocuparon la atención de la prensa en su momento.

Ahora todas las miradas están puestas en la gala. A pesar de las palabras de la ministra de Cultura, la gresca entre ella y De la Iglesia hará que todo el mundo esté pendiente de los gestos de uno y otro en la platea. Sinde comentó que no le importaría sentarse al lado del director de Balada triste de trompeta, a pesar de la traición a sus intereses. Y no podemos olvidarnos de Icíar Bollaín, vicepresidenta de la institución, que al igual que De la Iglesia está nominada a la mejor dirección, y a la que la ministra postuló como sucesora de manera urgente (pese a que ya se ha autodescartado).

Quizá en este dato esté el germen del problema del cine español: al final, todo es asunto de unos pocos.
 

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