En este panorama de superstición también desempeñó un papel relevante el denominado Diccionario de esmorfias o Talismán precioso de los sueños. Este diccionario mostraba los números a los que se debía jugar en función de los objetos que aparecieran en los sueños del jugador. En España fue impreso al menos en dos ocasiones: en 1844, dentro de la obra Novísimo arte de jugar a la Lotería (colección completa de los mejores tratados sobre este juego) y posteriormente, en 1858, en el Manual del jugador de la Lotería Primitiva, escrito por José Carrión.
Las esmorfias, tal y como narró el autor del Novísimo arte, deben su nombre a Morfeo, Dios del sueño y se forman asignando un número a cada palabra. Por su parte, Carrión consideró que gracias al Diccionario se podían descifrar los misterios que encerraban las cábalas por lo que resultaba esencial y necesario para todos los aficionados al juego de la Lotería. Aunque ambas ediciones coinciden en lo esencial, existen diferencias entre ellas, tanto en los conceptos recogidos como en los números relacionados con ellos. Además, la edición de 1844 recoge una relación paralela con la que el autor explica que corresponde a la traducción de las esmorfias italianas, algunas de las cuales fueron también recogidas por Carrión sin que exista referencia explícita a este hecho.
Las esmorfias, al igual que las cábalas, tuvieron mucha acogida popular, referencias a ellas aparecen también en el sainete anónimo mencionado anteriormente.
Existe un ejemplar del Manual del jugador de la Lotería Primitiva corregido por su dueño, el cual observó que después de soñar con pulgas salieron premiados los números 45, 57 y 83 en lugar del 4, 38 y 86 que recomendaba el diccionario.