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Los altos niveles de contaminación le bajan los humos a Gallardón

Nueva polémica que pone en posición difícil al alcalde: tras destaparse presuntas manipulaciones en la medición de la contaminación, ésta se dispara.

La noticia saltó hace unos días: el Ayuntamiento de Madrid había cambiado la ubicación de alguna de las estaciones que miden la calidad del aire en la ciudad, curiosamente, las que hasta ese momento daban sistemáticamente mediciones más elevadas.

El cambio coincidía con la entrada en vigor de una normativa de la UE que reduce mucho los niveles permitidos de determinados contaminantes en el aire, especialmente de gases como el dióxido de nitrógeno (NO2) y ozono (O3) o las partículas PM10 y PM2,5.

Las críticas no se hicieron esperar y han arreciado durante esta semana, en la que debido a la gran estabilidad atmosférica y la ausencia de lluvias o vientos los niveles de contaminación han subido, la ciudad se ha cubierto de una permanante nube y la gestión municipal ha sido señalada como culpable.

Mientras, el alcalde presume de la calidad del aire, pero como bien señalaba Jorge Alcalde en un excelente artículo en Libertad Digital, lo que se ha reducido es el CO2, que no es un gas contaminante: sin entrar a valorar que sea culpable o no del calentamiento global, el CO2 puede ser considerado un gas de efecto invernadero, pero no es un contaminante.

Fotos manipuladas

La polémica ha seguido creciendo durante los últimos días, reforzada por numerosas imágenes como las que acompañan este artículo. Sin embargo, hay que señalar que muchas de estas fotografías eran el resultado de una grosera manipulación, como esta de Ecologistas en Acción que han reproducido no pocos medios y que es fruto de una sencilla operación con Photoshop o un programa similar: elevar la saturación de la imagen.

Tampoco ha ayudado la inacción del propio alcalde, que a pesar de que la legislación europea le obliga a tomar medidas para reducir la contaminación, hasta el momento se ha limitado a pedir a los ciudadanos que dejen sus coches y se muevan en transporte público, aduciendo que otras medidas podrían tener un impacto negativo en el empleo.

La llamada obtuvo un éxito perfectamente descriptible: el primer día en el que se hizo, martes 7 de febrero, el descenso del nivel del tráfico fue... del 0%. Y es que pese a que lo normal es declararse muy preocupado por el medioambiente y muy ecologista, a la hora de la verdad a los ciudadanos no les es tan fácil renunciar a sus comodidades.

Por otra parte, tampoco los políticos ofrecen un ejemplo que mueva a esa renuncia: mientras todos los madrileños tienen que pagar las zonas azules o verdes para poder llevar su coche al centro, los 55 concejales del ayuntamiento disfrutan de las mieles del coche oficial y sin problemas de aparcamiento.

¿Es el coche el culpable?

Por otro lado, mientras se culpa a los coches de los altos niveles de contaminación, lo cierto es que estos niveles (y en especial los de contaminantes como el NO2 o el NOX) se disparan durante los meses de invierno, es decir, que los verdaderos culpables son los sistemas de calefacción, tal y como podemos ver en las cifras del propio ayuntamiento (archivo xls), por cierto no muy actualizadas.

En este sentido, hay al menos un fondo de verdad en las afirmaciones del alcalde de que la calidad del aire es hoy mejor en Madrid que hace años: en las últimas décadas en la mayor parte de los edificios de la ciudad se sustituyeron sus viejas calderas de calefacción que usaban el carbón como combustible por otras que usan energías más limpias (gas natural o gasoil) y, sobre todo, por equipos más eficaces y menos contaminantes.

Gallardón también ha advertido que aplicar medidas "radicales" contra la contaminación implicaría la pérdida de puestos de trabajo, lo que no deja de ser cierto.

Sin embargo, toda esta situación y a sólo tres meses de las elecciones ha colocado al alcalde frente a otra de sus contradicciones: mientras presume de que todo en su administración y sus proyectos es "sostenible", la realidad es que Madrid tiene unas tasas de contaminación elevadas y, para su sorpresa, Gallardón recibe duras críticas por ello.

Algo a lo que nuestro alcalde no está demasiado acostumbrado.

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