Un nuevo estatuto para Cataluña... y Ciudadanos al Parlamento


A finales de 2005, Arcadi Espada anunciaba la creación de un partido político que tendría como base la plataforma Ciudadanos de Cataluña, que había formado, con él, un grupo de intelectuales catalanes. Este nuevo partido, llamado de la ciudadanía, revolucionaría la política catalana, al obtener en las elecciones de noviembre representación parlamentaria, con tres diputados regionales.

Pero durante ese año que media entre el anuncio del periodista y la celebración de los comicios, ocurrirían muchas cosas. Primero un referéndum sobre el Estatuto de Cataluña, en contra del cual se posicionó, con claridad, el Partido Popular. Para ello, Rajoy abre en Cádiz una campaña de recogida de firmas por un referéndum de carácter nacional. El PSOE, por su parte, lo llevó al Parlamento, donde el texto fue aprobado, pero por muy poca diferencia de votos. Mariano Rajoy tendría en este debate una de sus mejores actuaciones, en las que recalcaría: "Ninguno de ustedes tiene derecho a apropiarse de Cataluña porque también es España".

Zapatero, que había despreciado el debate, llama a sus líderes regionales a que hagan “pedagogía”. Pero ningún desprecio como el del Gobierno a los cuatro millones de firmas presentadas por el PP ante el Congreso: para De la Vega son sólo “unos cuantos votos”. Para Rajoy estaba claro: “el gobierno del diálogo ha rechazado en cinco minutos la opinión de cuatro millones de españoles".

Aprobado en el Congreso, se llevaría a referéndum sólo en Cataluña. Ya entonces, el nacional-socialismo militante ejercería su ideología sobre el nuevo partido, que se oponía al nuevo texto estatutario, así como contra el PP. El texto se aprobaría con el apoyo del 35,7 por ciento de los catalanes con derecho a voto. El Estatuto Catalán, del que el CGPJ aprobó un estudio que lo declaraba inconstitucional, tenía admitidos a trámite en septiembre cuatro recursos de inconstitucionalidad, más otros tres pendientes.

Pero todavía quedaba la otra gran cita electoral en Cataluña, la que renovaría la Cámara regional, en las elecciones de primero de noviembre. Mucho antes, el PSOE se planteaba en febrero quién sustituiría a Maragall. No sería, claro está, José Montilla, que es “cojonudo”, pero “charnego”. Pues sí. Sería él. Acaso para ganarse el primer apelativo, se valió de un anuncio para las elecciones comparándole con la Nocilla. Con la campaña, volverían las agresiones nacionalistas y de izquierdas contra Ciudadanos y el PP, en esta ocasión condenados por el Parlamento catalán. No era una campaña normal, eso estaba claro, ya que tendría lemas como el de “fóllate a la derecha”, de ERC, o promesas como el juramento ante notario de Artur Mas, de que no pactaría con el PP. O la jornada de reflexión de los candidatos con el presidente del Barcelona, Laporta, excepción hecha de Josep Piqué.

Los resultados tendrían varias lecturas. Quizá la más significativa sea la entrada en el Parlamento del Partido para la Ciudadanía, con el joven Albert Rivera al frente, con tres escaños. Por el contrario, el vencedor sería CiU, que ganaba terreno a costa del PSC de Montilla. Todo hacía prever la “sociovergencia”, de la que hablaban todos los medios de comunicación. Nuestro colaborador habitiual Juan Carlos Girauta apostó por la reedición del tripartito, que fue finalmente lo que ocurrió. Eso, y la pataleta de Piqué contra la COPE.

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