La deserción turística de París por miedo a los atentados muestra que no hay nada que ayude más al mal para triunfar que los hombres buenos cruzados de brazos.
Pensemos en que el único pretexto que tienen estas chicas para que no las humillen es el de una ley más o menos abstracta que se opone a los designios de Dios.
¿Es que vamos a tener que pasar por la experiencia de Venezuela para darnos cuenta de que sin libertad económica ni hay libertad política ni individual?