La democracia garantiza el derecho de los pueblos a suicidarse políticamente. Lo que pasa es que, visto de cerca, el espectáculo no deja de impresionar.
El 21-D, hace una semana, España fue derrotada. El fracaso del Gobierno de Rajoy ha sido total. El presidente del Gobierno debería haber aceptado su derrota.
Cuando hay violencia de por medio, en las relaciones de pareja y en cualquier otro ámbito, ha de perseguirse a quien agrede, con independencia de su sexo, religión o raza. Y a la víctima hay que protegerla y darle amparo.
Putin y Macron tienen poco que ver. Los une, eso sí, una consideración original de sus propios países y una conciencia reforzada de un significado propio, algo parecido a una vocación.