se puede llegar a la enojosa conclusión de que el bando de Franco no eran unos cuantos militares y otros tantos 'poderosos', sino que tuvo su apoyo social.
Si la mitad o más de los fieles verdaderos de una diócesis está convencida de que un prelado es un canalla, algo hay que hacer. El mismo Juan Pablo II que le nombró, le pidió su renuncia.
Lo decisivo para esta gente es que el ser humano no sea libre. No nos dejarán hacer ni, lo que es peor, pensar al margen de sus dictados gubernamentales.
Los grupos religiosos más ultramontanos no imaginaban ni en sus mejores sueños una legislación tan restrictiva de la libertad sexual como la que ha anunciado la gran Carmen Calvo.
Pero para que haya indulto tendrá que haber antes condena. Y esa condena no la va a poder evitar, afortunadamente, ningún "proceso de diálogo" como el que ya han iniciado el felón Sánchez y el racista Torra.