Si algo dejó definitivamente acreditado el 1-O fue la también definitiva inanidad del modelo español de justicia constitucional para impedir el uso subversivo de las instituciones del Estado.
Las valquirias radicales y sus corifeos progres frustrarán muchas vidas atormentándolas con sentimientos de culpa manipulados arteramente, pero perderán su guerra contra ese adversario todopoderoso que es el sexo.
Ni Casado ni el PP pueden permitirse la formación de una quinta columna que socave un proceso de regeneración en el que el partido devastado por Santamaría y Rajoy se juega la supervivencia.