Qué gran error ha cometido Sánchez al no aceptar un cara a cara con Casado. En el debate a cuatro, su estatus presidencial, su primordial ventaja, quedó desdibujado. Sólo era uno más. Y uno más que no brillaba.
Lo que esta noche se demostró es que en España hay un déficit extraordinario de estadistas. Malas noticias para la tormenta perfecta de golpismo y crisis económica que se avecina.
Por supuesto, se trata de una táctica y no de una verdadera conversión, pero el que haya tenido que fingirla no deja de ser el reconocimiento de un fracaso.
No se habló de Franco, señores. Ni una puñetera palabra, a pesar de que Sánchez e Iglesias llevan meses dándonos la tabarra con la profanación inminente de su tumba como un acto de extraordinaria urgencia y primerísima necesidad.
Hasta tal punto era consciente de su derrota, que le faltó cuajo para comentar el debate y tuvo que ser Ábalos el que saliera. Y más valiera que no lo hubiera hecho, porque la cara del escudero era un poema.
Quien vende a sus conciudadanos es, sencillamente, una mala persona. Y quien pasa de decir "convocaré elecciones cuanto antes" a "agotaré la legislatura" es, además, un mentiroso.