El día en que Borja comenzó a descender a los infiernos

Nos adentramos en el peligroso mundo de las apuestas deportivas, "una droga socialmente aceptada" que destroza la vida de miles de jóvenes cada año.
Un reportaje de Sandra León
Fotografías: David Alonso Rincón

El día en que Borja comenzó a descender a los infiernos tenía 23 años. Diez años después, lo recuerda como si fuera ayer. “Fui al casino con unos amigos a celebrar un cumpleaños y siempre digo que tuve la mala suerte de ganar -relata con las ganas de aquel que está ansioso por soltar lastre-. Me acuerdo perfectamente del clic que me hizo la cabeza, porque en ese momento pensé que podía ganar mucho dinero”.

“En apenas hora y media conseguí lo que me pagaban por dos días de trabajo y creí que aquello era dinero fácil”

No es que Borja ganase miles de euros -el premio ni siquiera llegó a los 100-, pero fue lo suficiente como para echar cuentas y empezar a fantasear con sacar un sueldo extra a través del juego: “En apenas hora y media conseguí lo que me pagaban por dos días de trabajo y creí que aquello era dinero fácil. Cuando empiezas y ganas, crees que eso es lo que va a suceder habitualmente”.

Tras aquella celebración, Borja empezó a hacerse asiduo al casino. Al principio iba con un amigo dos o tres veces a la semana como aquel que queda con alguien para tomarse unas cañas o ir al cine. Sin embargo, aquel chico pronto se dio cuenta de que no dejaba de perder dinero y Borja terminó yendo solo. Lo que parecía un plan más para pasar el rato con los colegas empezó a convertirse entonces en una obsesión.

“Iba prácticamente todos los días. Decía que me iba al gimnasio dos horas y lo que hacía era ir como un loco con el coche a 180 para llegar cuanto antes al casino y jugar”, confiesa sin miramientos. Pero enseguida se percató de que había algo mucho más fácil: las apuestas deportivas online. No sólo podía apostar al minuto, sino que, además, ni siquiera necesitaba salir de casa.

“Eso sí que ya fue la perdición, porque no eres consciente del dinero que te estás jugando. Al principio son 5, 10 o 15 euros, pero te acabas apostando el dinero que no cobras ni en tres meses de trabajo”, advierte.

¿Cuánto te has llegado a gastar en un solo día?

“Pufff… 7.000 euros”, confiesa escandalizado al oírse pronunciar la cifra.

En los inicios, sólo apostaba al fútbol: “Era el deporte que más conocía y pensaba que, con mis conocimientos, iba a ser pan comido, pero al final terminé dejándolo de lado porque no era instantáneo y llegué a apostar a deportes que no había visto en mi vida: bádminton, voleibol, tenis… Cualquier cosa me valía si se podía apostar algo y conocer el resultado rápidamente”. Y en la búsqueda de esa adrenalina, el tenis se erige precisamente como el deporte más peligroso, porque se puede apostar de todo: los puntos, los sets, la remontada o el resultado final.

“Llegó un momento en que ya me daba igual ganar o perder, lo que me encantaba era la sensación que me producía conocer el resultado rápidamente y, al final, te vas enganchando”, continúa su relato. Pasaba tardes enteras apostando. Tanto, que acabó alejándose de sus amigos y de su pareja. “Mi novia decía que se iba de vacaciones y yo, en lugar de echarla de menos, estaba deseando que se fuese para poder estar las 24 horas del día jugando -confiesa avergonzado-. Y con el resto, igual. Poco a poco te vas aislando y empiezas a poner mil y una excusas para no quedar”.

A pesar de eso, nadie parecía darse cuenta del pozo sin fondo en el que Borja estaba cayendo. De hecho, tardaron casi 8 años en descubrir el pastel.

“Decía que me iba al gimnasio dos horas y lo que hacía era ir como un loco con el coche a 180 para llegar cuanto antes”

¿8 años? ¿Cómo es posible?

“Mentimos como especialistas y yo parecía el chaval perfecto tanto en el trabajo, como con mi pareja o con mi familia. A mis padres les decía que me iba a la habitación a estudiar y, si me tiraba cuatro horas, ellos estaban encantados pensando en lo bueno que era”.

¿Y de dónde sacabas el dinero para que no se dieran cuenta?

“Al principio, me apañaba con mi sueldo. Si llegaba el día 15 y ya no tenía dinero, pues el resto del mes ya no jugaba, pero llegó un momento en que empecé a pedir créditos a mi banco, microcréditos…”

Y los microcréditos son un callejón sin salida, imagino…

"Totalmente… Pedía 1.000 euros y al mes siguiente me tocaba devolver 1.800. Al final, entras en una rueda de la que es imposible salir, porque si pedía un crédito de 3.000 euros, el siguiente tenía que ser de 6.000 para pagar lo que debía y seguir jugando, el siguiente de 10.000 y así hasta llegar a superar los 50.000”.

55.000 euros. Esa es exactamente la cantidad que Borja ha llegado a deber. Sin embargo, el dinero que se ha llegado a gastar en apuestas deportivas es infinitamente mayor: “El sueldo de 12 años, muchísimo dinero que me han dejado mis padres… Para pagar una casa tranquilamente, eso seguro”.

¿Has llegado a robar para poder seguir apostando?

“Robar físicamente, no, pero he robado a mis padres, porque, al final, pedirles dinero para unos supuestos estudios que cuestan mucho menos de lo que les dices es exactamente lo mismo. Yo no he ido más allá porque a lo mejor no había llegado el momento, pero hubiera terminado haciéndolo seguramente”.

“Mi novia decía que se iba de vacaciones y yo, en lugar de echarla de menos, estaba deseando que se fuese”

“A mis padres les decía que me iba a la habitación a estudiar y, si me tiraba cuatro horas, ellos estaban encantados”

Su castillo de naipes comenzó a desmoronarse cuando, ya viviendo con su novia, se dio cuenta de que no tenía dinero para pagar el alquiler. “Mi pareja ya había empezado a sospechar, porque no entendía cómo llegábamos tan justos a final de mes si los dos trabajábamos y no cobrábamos tan mal, pero aquel día yo ya estaba que reventaba. Tenía la ansiedad por las nubes, no dejaba de llorar… Y no me quedó más remedio que confesarlo todo”.

Su chica y su hermano fueron los que le obligaron a decírselo a sus padres sin esperar ni un día más. “Me sorprendió, porque la reacción fue muy buena”, recuerda Borja. Su familia agradeció la sinceridad y se comprometió a ayudarle en la medida de lo posible, aunque dejándole claro que aquello no era un cheque en blanco: “Somos tus padres y vamos a estar contigo, pero si vemos que no pones de tu parte, se acabó”.

Aquel día supuso un auténtico punto de inflexión y el inicio de un camino que Borja continuaría de la mano de APAL, la Asociación para la prevención y ayuda al ludópata. La recuperación no fue inmediata: “Los primeros tres o cuatro meses yo estaba aquí para cubrir el expediente, que mi familia me pagase la deuda y poder volver a jugar otra vez, sinceramente… Pero luego empecé a notar un cambio brutal”.

En la asociación, los adictos reciben tanto terapia individual, como grupal. “Al principio piensas que tú eres mucho mejor que ellos, que lo tuyo no es una enfermedad, pero luego te das cuenta de que todos funcionamos prácticamente igual, cada uno con sus peculiaridades, pero todos hemos hecho cosas terribles para seguir jugando”, lamenta.

A Borja no le duelen prendas en reconocer hasta dónde ha llegado. Y no porque no se avergüence de ello, sino porque hoy es consciente de que el primer paso para superarlo es admitirlo: “Yo he maltratado psicológicamente a mi pareja, porque… ¿Cómo se califica el llamar loca a una persona cuando te está diciendo verdades a la cara y tú le cuentas una milonga que no tiene sentido?”.

“Entras en una rueda de la que es imposible salir”

El siguiente paso es la autoprohibición. Los ludópatas que quieren rehabilitarse pueden solicitar a la Dirección General de la Ordenación del Juego que les incluyan en un listado para que las empresas del sector les impidan la entrada tanto a salas físicas como a determinadas páginas web. Para luchar contra el resto, las familias instalan en los móviles y ordenadores las mismas aplicaciones de control parental que se usan para vigilar a los menores de edad. “Yo lo tengo hasta en el teléfono del trabajo”, nos cuenta Borja.

Además, es igualmente necesario comprometerse a no ver ni partidos, ni programas o tertulias deportivas. Y ni con todo eso es suficiente. También es fundamental que el ludópata no tenga acceso a sus cuentas bancarias ni lleve dinero en efectivo. Nunca. ¿Es posible vivir así? Lo es. Aquellos que no tienen el respaldo de amigos o familiares pueden utilizar tarjetas monedero y pedir justificantes de todo cuanto gastan.

En el caso de Borja, es mucho más sencillo si cabe: “Yo no tengo acceso a mi cuenta, la llevan mi hermano y mi pareja. Si tengo que comprar algo, hablo con ellos y procuro hacerlo con previsión”.

¿Y si estás en el trabajo y te apetece una Coca-cola?

“Me lo paga algún compañero y mi novia le hace un bizum o una transferencia”.

Pero entiendo que eso requiere contárselo a tus compañeros…

“No necesariamente a todos, pero sí a aquellos con los que más te mueves en el día a día”.

Borja asegura que, incluso aunque le den el alta terapéutica -algo que todavía no ha conseguido- seguirá manteniendo esta forma de vida. “Al principio te preocupa qué vas a hacer si te pasa algo y no tienes dinero, pero yo nunca lo he necesitado. Te acabas acostumbrando a vivir así y yo quiero que mi familia esté tranquila”.

Hoy, Borja es una persona totalmente distinta a la que hace algo más de un año llegó a APAL. Sin embargo, aún hay muchas cosas en su día a día que le recuerdan que su particular lucha contra esta adicción no ha terminado. Y no sólo por el férreo control de todo aquello que gasta, ve o hace.

“Antes vivía con mi novia y hemos tenido que volver a casa de nuestros padres porque, con las deudas, no tengo dinero para pagar un alquiler. Una vez independizado, dar marcha atrás con 30 o 33 años no es fácil, pero es lo que hay”, se responde a sí mismo. Además, su particular calvario le sigue persiguiendo por las noches. “A veces todavía tengo alguna pesadilla relacionada con todo lo que pasé y me levanto muy mal, porque fue un auténtico infierno”.

“Al principio piensas que tú eres mucho mejor que ellos, que lo tuyo no es una enfermedad"

A su alrededor, aun hay gente que no es consciente de todo lo que ha sufrido. Para empezar, sus propios amigos.

¿Pero les has contado todo?

“Sí, pero ellos no le dan tanta importancia. Piensan que bueno, que no es algo tan grave, que el juego se puede dejar fácilmente. No se dan cuenta de que es una enfermedad muy peligrosa. El problema es que las apuestas deportivas son una droga socialmente aceptada”.

El riesgo de esta percepción es más que evidente. Juan Carlos Gallego, presidente de APAL, advierte de que el perfil del ludópata ha cambiado mucho en los últimos años. No sólo porque ahora los juegos online -y, particularmente, las apuestas deportivas- están ganando terreno a los tradicionales, sino porque cada vez son más los jóvenes que acuden a la asociación en busca de ayuda.

Muchos empiezan en locales físicos, cuyos dueños saben perfectamente qué tecla tocar para fidelizarles: “Enseguida te ponen unas patatitas o te cobran la bebida a un euro y, al final, los chavales dicen ‘pues para ir al bar de la esquina y que me cobren el doble, me quedo aquí y de paso me juego algo’”. Sin embargo, la gran mayoría acaban refugiándose en la discreción de internet.

La publicidad de las apuestas deportivas tampoco ayuda. “En casi todos los anuncios aparecen pandillas de amigos que están divirtiéndose viendo el fútbol o celebrando una victoria, y la realidad es muy distinta, porque la gran mayoría de la gente se acaba quedando sola y arruinada”, advierte Juan Carlos.

“Es un auténtico infierno -sentencia Borja- pero yo soy un ejemplo de que se puede salir y volver a ser feliz”. Su sonrisa, su sinceridad y su determinación son la mejor muestra de ello.

SI NECESITAS AYUDA…

APAL es una asociación sin ánimo de lucro ubicada en Madrid capital, que se dedica a la prevención y tratamiento de la ludopatía. En su web puedes encontrar más información, así como sus datos de contacto.

Ponte en contacto a través de esta página web. En todas las ciudades de España hay asociaciones similares que prestan un servicio integral tanto a los jugadores como a sus familiares.

Gracias por llegar hasta aquí, si te ha gustado este artículo te invitamos a que lo compartas