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Andalucía

La precampaña andaluza: tribunales, investigaciones, nuevas amistades y luchas intestinas

A la espera de la sentencia sobre los ERE, que se anunció para finales de octubre, la comisión de la Faffe promete ser un escaparate de importancia.

A la espera de la sentencia sobre los ERE, que se anunció para finales de octubre, la comisión de la Faffe promete ser un escaparate de importancia.
Susana Díaz, este martes durante un acto electoral celebrado en Granada | EFE

Ha estallado la precampaña electoral en Andalucía con el dulce aterrizaje de Pedro Sánchez sobre la reparada pista susanista, ahora nueva amistad del resistente con manual que ha eludido milagrosamente comparecer ante la comisión de investigación de la Fundación Andaluza para el Fondo de Formación para el Empleo (Faffe).

Parece un chascarrillo, pero es que en esa comisión va a comparecer casi todo el mundo, dado que los llamamientos responden, en alguna medida, a venganzas partidistas. Por ejemplo, como el PP, Ciudadanos y Podemos han citado a Susana Díaz, a Manuel Chaves y a José Antonio Griñán, que fueron presidentes de la Junta en algunos momentos en que salieron escándalos de la fundación, el PSOE llamaba a comparecer a Juan Manuel Moreno, actual presidente, que, obviamente no tiene nada que ver con el corrupto invento socialista.

Es una chusca manera de convertir las comisiones de investigación parlamentarias, nunca demasiado fiables ni prestigiosas, en un baile de máscaras que promete no servir para nada mientras el caso judicial, ese sí que es fetén, duerme el sueño de los justos a la espera de la que juez Bolaños sea dada de alta.

Tomen nota. También van a comparecer la actual ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero, y los consejeros de Hacienda en su tiempo, Carmen Martínez Aguayo y Antonio Ramírez de Arellano. Por si fuera poco, comparecerán seguramente los ex consejeros José Antonio Viera y Antonio Fernández, ambos procesados en el caso ERE junto a Martínez Aguayo y los ex presidentes Griñán y Chaves, así ex consejeros de Empleo como Manuel Recio, José Sánchez Maldonado o Javier Carnero, así como los famosos ex directores generales de Trabajo Francisco Javier Guerrero o Juan Márquez.

Todo un cartel y no está todo dicho, porque además pasarán por el escenario expresidentes de los empresarios andaluces como Santiago Herrero, el exdirector de la FAFFE que usó las tarjetas sex black, el dueño de un puticlub de alterne, cuando menos, el centro de gravedad del caso de la formación, el exconsejero Ángel Ojeda y, parando ya, que esto parece interminable, el principal testigo del fraude de la formación, Teodoro Montes, al que le han hecho la vida imposible.

A la espera de la sentencia sobre el caso ERE que se anunció sería a finales de octubre y que parece que será dictada con posterioridad a sentencia sobre el golpe de estado separatista en Cataluña, la comisión de la FAFFE promete ya ser un escaparate electoral de importancia.

Tras la vieja canción felipista-zapateril-sanchista del voto pensionista y sus promesas, ha sonado otra vieja balada del PSOE andaluz, el PER, remasterizada por Pedro Sánchez y cuyo estribillo sigue siendo el mismo de siempre desde hace décadas: Menos jornadas necesarias para acceder al lastimoso subsidio agrario. Con ello, Pedro Sánchez pretende, como siempre ha hecho el PSOE, lanzar un mensaje a la Andalucía profunda del campo y succionarle de ese modo un puñado de votos a la izquierda podemita, errejonista o comunista de toda la vida.

La nueva melodía se la debemos al albino Trump y sus aranceles, partitura que ha servido a Pedro Sánchez para completar su repertorio agrícola con el anuncio de una defensa a ultranza de los productos andaluces, como el aceite, precisamente en Jaén. Para paliar las consecuencias trumpistas, ahí iba la rebaja de las jornadas para el PER y de la mano de su nueva amiga, Susana Díaz.

En esta precampaña brilla y de qué modo, el desconcierto absoluto de la izquierda radical cuyas peleas intestinas ha dejado su patio hecho un erial político. Al menos tres formaciones con posibilidades –Unidas Podemos, Más País e Izquierda Unida– están enfrascadas en una lucha descarnada por la visibilidad electoral y el mismo espacio político, espacio que les está succionando el PSOE de Sánchez.

Finalmente, queda el bloque del centro-derecha, beneficiado con claridad por la avalancha de casos judiciales y la investigación de la corrupción socialista y favorecido por el ejercicio del poder que, como es sabido, desgasta mucho más a quien no lo tiene que a quien lo detenta.

Tras haber sorteado con suerte y buen hacer lo que pudo haber sido un calvario electoral –el caso de la listeriosis–, el nuevo gobierno ha logrado moderar a Vox y ha mostrado un grado de cohesión que parecía imposible hace unos meses. Tras la aprobación de los presupuestos para 2019, en realidad sólo unos pocos meses, se apresta ahora a la aprobación inicial del borrador de presupuestos para el 2020. Antes de las elecciones, ya habrá texto y eso es una palanca electoral.

Susana Díaz, si prosperan las nuevas cuentas, tiene sentenciado el futuro hasta las próximas elecciones andaluzas, si es que todavía sigue al frente del PSOE andaluz. Todo el problema para el centro derecha es la distribución interna de un voto que no parece destinado a perder y, a ser posible, a succionar sufragios a la izquierda convulsa tanto socialista como extremista.

Nunca lo cree nadie, pero siempre se juega mucho más en Andalucía que en ninguna otra región española porque son 61 los escaños que se aportan al total de 350 que llegarán al Congreso. Esta vez Pedro Sánchez se lo ha tomado en serio y los demás actores de la política nacional, harán bien en tenerlo en cuenta.

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