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Plinio Apuleyo Mendoza

El novio enamorado

¿Podrá resolverse políticamente el conflicto armado en Colombia? Nada es menos seguro. Dueñas de un territorio de 42.000 kilómetros que les cedió el gobierno y que ellas han convertido en base militar, en campo de concentración de militares secuestrados y en centro de exportación de droga, las FARC, envanecidas como nunca, han suspendido unilateralmente los diálogos dejando al gobierno de Andrés Pastrana en una situación desairada.

Teóricamente esta supuesta zona de distensión quedará suspendida a fines de enero si los guerrilleros no vuelven a la mesa de negociaciones. Pero la verdad es que el gobierno no quiere que esto suceda. Padece de aquel síndrome que Ortega y Gasset llamaba del novio enamorado: es decir, del novio que no ve desaires y se empecina, pase lo que pase, en su pasión no correspondida. Pastrana ha construido su política sobre una base falsa: la de anhelos de paz compartidos por los insurgentes. Y no es cierto. Las FARC ganan más con la guerra que con la paz ( entre otras cosas, mil millones de dólares anuales, producto de la coca y los secuestros), fuera de que no han renunciado a su propósito de conquistar el poder de las armas.

Esta convicción la tiene hoy, según las encuestas, una mayoría de los colombianos. Y uno lo percibe en cuanto llega a Bogotá. No hay secretaria, chofer de taxi o portero que no le exprese a usted su total desengaño sobre el proceso de paz. Y es natural, pues todos ellos no hacen sino ver en la prensa y en la televisión, cada día, toda suerte de horrores: masacres, secuestros, coches bombas. Los servicios de inteligencia del ejército tienen en su poder un video, encontrado en un campamento guerrillero, en el cual aparece el jefe militar de las FARC, el llamado Mono Jojoy hablándole a sus hombres. “Olvídense de la paz --les dice--. No la tendremos ni cuando lleguemos al poder, porque entonces nos tocará afrontar una intervención armada de los Estados Unidos”. Más claro no canta un gallo.

Pero Andrés Pastrana ha resultado un presidente a la vez terco, voluntarioso e inseguro. Siguiendo esta línea de su carácter, ahora se propone darle al ELN otra zona en el norte del país, contra el querer de los propios habitantes de la región que no quieren convertirse, dentro de su país, en súbditos de otro Estado. En estas condiciones, hasta el propio “Washington Post” pide al gobierno que, en vez de seguir por esta línea suicida de concesiones, cierre las mal llamadas zonas de distensión y de por cancelada su ilusión de una salida política al conflicto.

Es muy simple, algo que la propia España conoce de sobra: con el terrorismo no es posible negociar.

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