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Plinio Apuleyo Mendoza

Terremoto de desinformación

A propósito del Plan Colombia, se leen hoy en España muchas tonterías. “El País” nos obsequió este sábado la última de ellas a cargo de su corresponsal en Buenos Aires, el periodista Frances Belea, para quien el mencionado Plan está ocasionando un verdadero terremoto en Ecuador, Venezuela y Brasil.

Citando a un tal Ricardo Soberón, supuesto experto en políticas de seguridad y drogas, el informe publicado por “El País” sostiene que no se debe confundir narcotráfico y guerrilla. Y con ello se pretende ignorar que estas dos actividades al margen de la ley están estrechamente entrelazadas, pues los cultivos de coca, los laboratorios donde se procesa la pasta y los aeropuertos clandestinos desde los cuales se exporta hacia los Estados Unidos tienen la protección armada de las Farc en un vastísimo territorio selvático, por lo cual la organización guerrillera recibe un pago evaluado (modestamente) en 700 millones de dólares anuales. De modo que, si realmente se quiere combatir la droga, es inevitable combatir a quien la protege, o sea, a la guerrilla.

El inefable señor Soberón, que nutre la crónica de “El País” con sus observaciones, sostiene que el Plan Colombia va a incrementar la acción insurgente en las regiones fronterizas amenazando a los países vecinos, en especial al Ecuador y a Venezuela. Curiosa reflexión. Equivale a decir que la aplicación de un tratamiento como la quimioterapia es demasiado drástico y peligroso y que, por consiguiente, es mejor dejar un cáncer tranquilo. Porque el hecho real es que la guerrilla colombiana hace ya tiempo que está secuestrando o extorsionando a ciudadanos venezolanos, panameños y ecuatorianos y aliándose para tales fines con delincuentes y mafias de esos países. Nadie allí vive tranquilo teniéndola a sus puertas.

Con el curioso recurso de poner sus opiniones en boca de unos supuestos “observadores”, el periodista de “El País” sostiene que “la escalada armamentista colombiana preocupa al presidente venezolano Hugo Chávez”. ¡Por Dios! Es todo lo contrario: a los colombianos nos preocupa sobremanera la ayuda que Chávez le presta a la guerrilla como se ha demostrado con infinidad de pruebas. No sólo invitó a la hija de Tirofijo para que hablara en Caracas ante el Congreso, sino que ha enviado altos oficiales para entrevistarse, a espaldas del gobierno colombiano, con el secretariado de las Farc y ha facilitado la entrega de armas del ejército de su país a los guerrilleros. No es casual que el movimiento político de Chávez y el partido clandestino fundado por las Farc se llamen ambos “bolivarianos”, digan luchar contra las oligarquías y sean miembros del llamado Foro de Sao Paulo, fundado en 1990 por Fidel Castro y Luis Ignacio (Lula) da Silva.

Lo que debería realmente inquietar a la región es la alianza Castro, Chávez y Tirofijo, con sus prolongaciones en los movimientos indigenistas de Ecuador y Bolivia, todos del mismo signo ideológico. Un diario como “El País” debería examinar estas cifras aterradoras: las guerrillas colombianas tenían en 1.990 11.000 combatientes; hoy llegan a 21.000. En diez años, los secuestros se han triplicado: en vez de 1.282 hoy suman 3.700 casos, o sea el triple. Los homicidios llegan a la cifra escalofriante de 26.000 en el año 2000, y los cultivos de coca hoy abarcan 136.000 hectáreas y no 42.000 como en 1990. Mientras esto ocurre, el pie de fuerza del Estado ha aumentado en una proporción muy modesta en el mismo lapso. Así, en 1.990 había 8,7 miembros de las Fuerzas Militares por cada miembro de los grupos irregulares; hoy sólo hay 5. Pese a que es el único país en guerra, su pie de fuerza es el más bajo de la región en relación a su extensión y a su número de habitantes.

Este es el mal de Colombia: un cáncer. ¿Será mejor dejar que haga metástasis en vez de combatirlo? Así parecen creerlo los impugnadores del Plan Colombia. Son los idiotas útiles de que hablaba Lenín. Nunca faltan en la prensa.

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