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José Carlos Rodríguez

Garzón, polvo de estrellas

La reunión de Garzón y Bermejo es una demostración obscena de poderío, de podrerío. Cuando las instituciones no son el freno de los políticos sino su instrumento, la democracia se desvanece.

Vivimos horas extraordinarias. En el plazo de unos días se han sucedido dos eventos que ponen a prueba las leyes de la probabilidad, que parecerían imposibles si no fuera porque sus evidencias son múltiples y es imposible negarlas. Los bárbaros se refieren a estas casualidades que desafían la comprensión humana con la palabra serendipity.

El primero de ellos habla del choque, a 788 kilómetros de la tierra, de dos satélites, con un tamaño menor que el de cualquier persona. ¿Cómo habrán ido al mismo punto, en el mismo instante, dos criaturas tan pequeñas que surcan un espacio tan descomunal? El choque ha esparcido basura espacial en todos los sentidos imaginables, mientras científicos y técnicos vuelven al punto de partida de sus conjeturas para explicarse lo ocurrido.

788 kilómetros más acá, pero mucho más acá, se producía otro episodio al que la prensa seria, formal, socialdemócrata, se refería prácticamente en los mismos términos. Se trata del "encuentro" del ministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo y del juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón Real. Tal coincidencia es de lo más extraordinaria, pues de toda la geografía nacional han ido a toparse en un mismo punto geográfico de las Españas, y de sus atribuladas vidas, el acaecimiento se produce en el mismo instante, aquél en que Garzón ha atizado un sumario al partido rival del Gobierno al que pertenece Bermejo.

Por si fuera poca la serentipidad del caso, ambos, Garzón y Bermejo, dedicaban sus horas en común a la misma actividad: la caza. De animales, se entiende. Otrosí, al hecho fortuito vino a sumarse Juan Antonio González, jefe de la Policía Judicial, encargado de investigar la supuesta trama de corrupción del PP. Todo ello a un mes escaso de producirse dos elecciones que son más importantes para el PP que para cualquier otro partido, excepto el PNV. Como en el choque en el espacio, el encuentro cinegético entre Bermejo y Garzón ha producido polvo de estrellas, como no podía ser menos dada la condición de eadem del juez que veía amanecer.

Claro que, quizás, eso a lo que la prensa socialdemócrata llama "encuentro" sea más bien la primera escena de corrupsoe segunda parte, la vuelta de aquel reino de la corrupción de las instituciones que se extendió hasta ocuparlo prácticamente todo porque se sabía impune. La reunión es una demostración obscena de poderío, de podrerío. Cuando las instituciones no son el freno de los políticos sino su instrumento, la democracia se desvanece.

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