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Maite Nolla

Estado y partido fragmentado

En Galicia, el votante tiene elementos de sobra para decidir: el apoyo de José Blanco a Gallardón o la corrupción desfilparrante del Gobierno autonómico son suficientes.

El domingo uno de marzo se instaura en España un nuevo sistema de voto que se corresponde con la nueva estructura del Estado; un estado que se engrasa para evitar tener diecisiete licencias de caza, pero que le trae al pairo tener diecisiete sistemas de salud. Desde el uno de marzo, votar a un partido nacional como el PP ya no es garantía de que se vote lo mismo en toda España. A partir del domingo votar al PP dependerá de la elección, el candidato y el lugar. Fenómeno al que, curiosamente, se ha añadido Rosa Díez que en Cataluña ya tiene a su Piqué particular. Apasionante enfrentamiento entre Alicia Sánchez-Camacho y Tries de Bes; me voy encargando un palet de gelocatiles o de genéricos similares para pasar el trago.

La casualidad ha hecho coincidir las elecciones del domingo con el nombramiento del nuevo ministro de Justicia, que se presenta con el mérito de haber contribuido decisivamente a la fragmentación del Estado cocinando el nuevo estatuto inconstitucional. Desde luego, Zapatero se rodea –salvo excepciones– de personajes sin currículum, con el currículum falseado o con políticos que es mejor que no lo tuvieran. El nuevo ministro ha sido recibido con gran alegría por el nacionalismo catalán, afirmando que será bueno para Cataluña; ¿perdón? Dirán bueno para los nacionalistas, cosa que la experiencia demuestra que es objetivamente malo para Cataluña y para los que aquí votamos.

El PP, por desgracia, ha asumido ese reparto y, como les decía, el votante debe decidir en cada comunidad si el candidato que le presenta el partido es votable o botable. Les iba a contar la última del PP de Cataluña, que no es ni el voto por la expulsión del Defensor del Pueblo de Cataluña, ni las deserciones locales, ni el tremendo discurso de su presidenta en relación a la estación del Ave de la Sagrera, ni que en las encuestas se empiece a apreciar su buen hacer con un descenso; pero como de aquí al lunes habrá seguro algo peor, me lo guardo para un recopilatorio. Por cierto, si Obama estuviera afiliado al PPC no sería ni concejal por La Pobla de Segur, ¿o acaso permitiría la señora presidenta que un Obama de turno le pasara por delante?

Para votar al PP, por ejemplo en Galicia, habrá que valorar al candidato, su discurso, la alternativa y otras variantes, como que de una derrota o de una victoria electoral pueda surgir o mantenerse un líder indeseable; no querido por la bases, quiero decir. En Galicia, el votante tiene elementos de sobra para decidir: el apoyo de José Blanco a Gallardón o la corrupción desfilparrante del Gobierno autonómico son suficientes. En cambio, para mí, lo que hay que valorar con carácter principal es que Quintana es a Galicia lo que Carod o Puigcercós son a Cataluña (y orgullosos que están ellos, oigan). Y que Touriño es a Galicia lo que Montilla a Cataluña. Ténganlo en cuenta.

En España

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