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Adrián Ravier

La edad oscura de la macroeconomía

La macroeconomía en sí misma, tal como hoy la conciben la mayoría de economistas, constituye la edad oscura de la ciencia económica.

Paul Krugman, premio Nobel de Economía de 2008, ha escrito un artículo de opinión en The New Yok Times donde critica duramente el estado actual de la macroeconomía moderna.

Con una soberbia poco académica, se ríe de las afirmaciones de Brad De Long, Eugene Fama y John Cochrane, quienes defendieron, siguiendo a Frédéric Bastiat, que el Gobierno americano se equivoca con sus políticas si no actúa responsablemente en el campo fiscal. En pocas palabras, estos tres economistas afirman que gastar y gastar en tiempos de crisis es un error ya que el dinero necesario para financiar el bailout y los planes de estímulo debe venir de algún lado, sea de mayor deuda pública, de la emisión de moneda (con su consecuente proceso de inflación) o de nuevos impuestos (lo que en definitiva absorbe los ahorros del sector privado en lugar de expandir el PIB como afirman los keynesianos).

Como contrapartida, el mismo Krugman sostenía, poco antes de las elecciones que dieron por ganador a Obama, que es la hora de la política fiscal:

Vamos a tener que dejar de lado algunos prejuicios. Está políticamente de moda despotricar contra el gasto estatal y pedir responsabilidad fiscal. Pero ahora mismo, un mayor gasto público es justo lo que el doctor receta, y las preocupaciones sobre el déficit presupuestario deben ser dejadas en suspenso.

El "doctor" Krugman repite hasta el cansancio, como una verdad incuestionable, la idea del efecto multiplicador keynesiano, falacia que ya ha sido refutada por numerosos economistas modernos, incluyendo varios premios Nobel de Economía.

No es mi objetivo detenerme a explicar la falacia de tal pensamiento –que se sintetizó también en la carta que numerosos economistas de las más prestigiosas universidades americanas han dirigido al presidente Obama a través del Cato Institute–, sino cuestionar las palabras de este premio Nobel cuando dice sorprenderse del pensamiento de estos tres "distinguidos profesores", y a continuación califica de "Edad Oscura" a esta etapa de la macroeconomía moderna, marcada por el abandono del pensamiento keynesiano en los años setenta.

Mi opinión sobre este tema es que la macroeconomía en sí misma, tal como hoy la conciben la mayoría de economistas, constituye la edad oscura de la ciencia económica.

Luego de dejar de lado el pensamiento clásico y austriaco de los años previos a las guerras mundiales –caracterizado por la prevalencia de la Ley de Say y por el tratamiento integrado de los diversos campos de la ciencia económica–, el keynesianismo primero, que dominó entre 1930 y 1970, y la Escuela Neoclásica después, que hoy constituye el mainstream, con sus modelos de equilibrio general o parcial, macro-agregados y expectativas racionales, sintetizan una etapa en la historia del pensamiento económico que ha ayudado poco a explicar fenómenos macroeconómicos reales como el desempleo, las crisis y los ciclos económicos que frecuentemente golpean a la sociedad global.

Krugman debe comprender que la edad oscura de la macroeconomía moderna no la constituye sólo esta última etapa, sino que la macroeconomía actual en sí misma ha cegado a los economistas de los verdaderos efectos microeconómicos que nos pueden ayudar a explicar los procesos de crisis y depresión que estamos viviendo.

En cambio, la "macroeconomía austriaca del capital" –que encuentra sus orígenes en los escritos de Carl Menger y Eugen von Böhm Bawerk, y sobre la que han realizado sus aportaciones Ludwig von Mises, Friedrich A. von Hayek, Ludwig Lachmann, Murray Rothbard y en la actualidad Jesús Huerta de Soto, Roger Garrison y Mark Skousen, entre tantos otros– se presenta como una alternativa a esta Edad Oscura a través de un fundamento microeconómico hoy ausente en esta macroeconomía moderna.

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