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Gina Montaner

Adiós al mundo de papel

Los periódicos se están enfrentando a una revolución tan formidable como en su día lo fue la imprenta de Gutenberg. El gran reto es lograr asimilar este avance y saber reinventarse antes de sucumbir.

La pasada semana se cumplió el 20 aniversario de la creación de la web. La celebración de este extraordinario adelanto tecnológico coincidió con un terremoto de despidos en los diarios impresos de los Estados Unidos. Sin ir más lejos, en The Miami Herald y el Nuevo Herald (ambos propiedad de Mc Clatchy) anunciaron el cese de 170 empleados y redujeron los salarios de los que se salvaron de la escabechina laboral.

La crisis de los periódicos es tan grave que los economistas y expertos en medios no descartan la posibilidad de que éstos lleguen a desaparecer del todo en muchas ciudades. The Rocky Mountain News cerró hace casi tres semanas y el Tucson Citizen está a punto de ser clausurado. Uno de los gigantes mediáticos, el grupo Hearst, podría eliminar el San Francisco Chronicle, cuyas pérdidas el año pasado ascendieron a un millón de dólares a la semana. Avasallados por las deudas millonarias y la imparable revolución de internet, los diarios tradicionales experimentan con nuevos formatos e incluso han recortado sus ediciones para abaratar costos. Por ejemplo, en Detroit The Free Press y The News sólo se van a distribuir tres veces a la semana y son muchos los rotativos que están considerando convertirse exclusivamente en publicaciones digitales. Aunque el New York Times sigue siendo el gran periódico bandera de la nación, se ha visto obligado a vender parte de su emblemático edificio en Manhattan.

En las redacciones del país se viven momentos de angustia. Los periodistas de toda la vida intentan subirse al carro internáutico, donde la marea de nuevas páginas digitales, blogs y redes de comunicación como Facebook y Twitter no dan tregua en lo que se refiere a la vertiginosa velocidad del desarrollo en la red. La introducción que Amazon ha hecho del libro electrónico, el Kindle, acelera los efectos de este fenómeno. En una liviana pantalla del tamaño de la hoja de un libro se puede "bajar" el último bestseller a un precio módico y, además, disfrutar online de las revistas y todo tipo de publicaciones. Con un menú tan variado e inmediato que cabe en un bolso o una mochila, ¿por qué acudir al quiosco en busca del papel impreso si la información ya nos acompaña en nuestros móviles, laptops, iPods y ahora el atractivo y novedoso Kindle?

Los periódicos se están enfrentando a una revolución tan formidable como en su día lo fue la imprenta de Gutenberg. El gran reto es lograr asimilar este avance y saber reinventarse antes de sucumbir. Sólo en los dos últimos años los ingresos por anuncios han descendido un 25%. Ahora bien, el gran dilema, la pregunta del millón, sigue siendo cómo ser rentables en internet, ya que la cuestión de las ganancias en este medio no acaba de obtener respuestas claras. Los diarios están dispuestos a dar el salto hacia la modernización en una era cambiante y virtual, pero tendrán que aprender rápidamente cómo repartirse un pastel que cada vez se divide en más trozos dentro del terreno aún por explorar de la red, una suerte de Far West donde aún la ley y las regulaciones están por delinearse.

Hace unos años lo habitual era pasar los domingos en la mañana leyendo la voluminosa edición dominical de un periódico como el New York Times, cuya lectura toma casi todo un día. Ahora, dos décadas después de que unos físicos se decidieran a probar una red de comunicación virtual entre universidades, resulta impensable asomarse a la aldea global sin recurrir al internet. El mundo de papel nunca fue más de color sepia que hoy.

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