Menú
Warren Graham

Ahorradores zombi

No les quiero contar la que se puede armar si la inflación se dispara al 5% y la rentabilidad de los bonos llega al 7% desde los niveles actuales. Esto supondría pérdidas anuales cercanas al 30%.

Un zombi es una figura legendaria, de un muerto resucitado por medios mágicos por un hechicero para convertirlo en su esclavo. Por extensión, se utiliza popularmente como sinónimo de muerto viviente o para designar en sentido figurado a quien hace las cosas mecánicamente como si estuviera privado de voluntad.

Los ahorradores de todo el mundo están siendo hechizados por los influjos mágicos del mercado. De manera mecánica se han ido refugiando en activos más defensivos durante los últimos meses. El pánico escénico es tan grande, que su voluntad se esta viendo limitada hasta limites insospechados. Son un principio de muertos vivientes.

Aunque por el momento la jugada no les ha salido mal, y son la envidia de aquellos que han sufrido más con sus inversiones en bolsa, les espera un periodo muy negro. El hechizo maligno viene en forma de inflación.

La inflación parece que es cosa del pasado, como lo fue la peste y otros tipos de males que asolaron el planeta. Hablar hoy en día de inflación, es hablar de lo impensable, genera desprecio. Pero lo impensable sucede a menudo, ya que si no, no habría crisis, ciclos y accidentes. En verano de 2008, la inflación en España estaba por encima del 5%, y cerró el ejercicio por debajo del 1%. ¡Impensable!

El ser humano fija su atención y memoria solo sobre aquellos fenómenos de reciente aparición, ocultando en lo más profundo de su memoria y racionalidad aquellos que, siendo plausibles, son remotos. ¡Pobre ésta sociedad que cae repetidamente en los mismos errores! ¡Qué memoria tan débil y que falta de perspectiva!

Pero vayamos por partes: ¿Qué es la inflación?

La inflación es el aumento sostenido y generalizado del nivel de precios de bienes y servicios, medido frente a un poder adquisitivo. Es decir, que cada vez nuestro dinero vale menos. O que cada vez, con el mismo dinero, compramos menos cosas. Eso mismo que hemos vivido en España desde que cambiamos las pesetas por los euros.
Sin que uno se dé cuenta y sin que duela, el efecto de la inflación en un año pasa desapercibido, pero se acumula en el tiempo, se convierte en una especie de muerte dulce. De tal manera que pérdidas persistentes de poder adquisitivo durante varios años suponen una pérdida material de nuestra renta disponible que, a fin de cuentas, es de lo que vivimos. Nos empobrecemos impasiblemente.

Hay diferentes explicaciones sobre las causas económicas que generan la inflación aunque no existe una unificada que integre todos los procesos. Sin entrar en detalle de las distintas teorías económicas, yo me centro en la versión de la Escuela Austriaca de Economía, puesto que se ajusta mejor a la situación actual. La Escuela afirma que la inflación es el incremento de la oferta monetaria por encima de la demanda [de los agentes económicos]. Es decir, si la generación de dinero es mayor que la generación de riqueza, hay inflación.

¿Por que creo que la inflación se va a disparar?

En la situación actual, en la que todas las noticias sobre los indicadores de precios apuntan hacia un escenario deflacionista como consecuencia del parón económico existente, puede parecer ciencia ficción hablar de un escenario radicalmente opuesto. Como no hay males que duren mil años, la crisis pasará y las economías crecerán de nuevo, y con el crecimiento tendremos inflación. Creo que lo importante no es saber exactamente cuando pasará esto, sino saber si pasará a medio plazo, para ir asimilando sus implicaciones y reacciones posibles.

Durante los últimos meses, hemos podido ver de manera casi sincronizada, por un lado, que los principales bancos centrales del mundo han bajado sus tipos de interés de intervención agresivamente, en muchos casos hasta niveles sin precedentes. Y por otro lado, que los gobiernos han inyectado cantidades ingentes de dinero mediante paquetes monetarios y fiscales extrapresupuestarios.

Sólo con la primera acción, yo ya estaría preocupado. La última vez que se hizo algo parecido pero a menor escala, se generaron burbujas en los activos reales, bolsas, inmuebles, materias primas, etc. En esta ocasión, las bajadas de tipos han sido más notorias y, además, combinadas, con lo que el efecto a medio plazo será mas dramático. Si lo anterior no fuera suficiente para asustar, los apoyos expansivos de los gobiernos van a actuar de manera exponencial sobre los precios, pues se van a sumar al impacto de las políticas monetarias expansivas.

Implicaciones para los ahorradores

Los ahorradores tienen que tomar básicamente una decisión con su dinero: elegir entre asumir riesgo de inflación o de volatilidad. Si optan por la volatilidad, duermen mal con la esperanza de poder comer mejor en el futuro. Si por el contrario, deciden asumir riesgo de inflación, duermen muy bien, pero a lo mejor no pueden comer en el futuro. ¡Qué dilema!

Los depósitos y las letras del Tesoro, que son la inversión más segura, ya han sufrido una dramática caída en rentabilidad pues, en los dos primeros meses del año, su rentabilidad mensual ha sido un 60% inferior a la media del año pasado y un 70% si lo comparamos interanualmente.

En cuanto a los bonos, más volátiles que los depósitos, el efecto que se aproxima es mucho más perverso pues, además de rentabilidades nominales inferiores, se añade la posibilidad de pérdidas materiales en su valor.

Desde el punto de vista financiero, la gran diferencia entre las letras y los bonos es que la inversión en las primeras ofrece una rentabilidad que cambia anualmente y que suele tomar en cuenta tasas de inflación. En las letras, a largo plazo se deben de conseguir rentabilidades cercanas a la inflación, puesto que aquélla se fija en función de ésta. En Estados Unidos, entre 1900 y el año 2000, la rentabilidad anual de las letras en términos reales (sin contar con la inflación) ¡fue del 0,1%, antes de gastos e impuestos!

Por el contrario, los bonos suelen pagar tipos de interés más altos, aunque normalmente sin posibilidad de ser revisados durante la vida de estos instrumentos. Esto quiere decir que el ahorrador asume el riesgo de inflación. Este riesgo se ha visto históricamente remunerado por el mercado, generando rentabilidades reales medias a largo plazo de un 0,7% anual antes de gastos e impuestos. Aunque se trata de una cifra baja, es 7 veces superior a la obtenida por letras en el mismo período. Esta rentabilidad extra ha venido compensando el riesgo de asumir cambios anuales en la tasa de inflación. No hay rentabilidad sin riesgo.

Desde 1940 a 1985, los bonos a diez años del Gobierno en Estados Unidos no generaron rentabilidades reales positivas. ¡25 años sin ganar dinero, sin proteger nuestra capacidad de compra!

Aunque no creo que a lo que nos enfrentemos sea algo tan calamitoso como fue aquello, sí pienso que, en algún sentido, su impacto en la economía va a ser más persistente que los últimos brotes vistos en los noventa.

En España, en 1994, fecha del episodio más reciente y parecido a lo que puede pasar, los tipos de interés de los bonos a largo plazo repuntaron sensiblemente, de un mínimo del 7,75% al máximo anual de 11,64%, con consecuencias dramáticas para los ahorradores. Los tenedores de bonos sufrieron perdidas del 27% en un año. Esto generó una especie de revuelta social, porque la inmensa mayoría no llegaba a entender que los instrumentos de renta fija no era fijos y que sus precios podían caer.

Una noticia en un medio de comunicación escrito de entonces decía algo así:

El efecto del repunte de los tipos ha resultado nefasto para la rentabilidad de casi todos los fondos de renta fija, haciendo titubear en su buena fe inversora a muchos partícipes que no terminan de comprender cómo pueden bajar sus fondos.

Conviene recordar que los fondos valoran diariamente sus carteras y que el precio de los títulos de renta fija se mueve a la inversa de los tipos de interés. Cuando los tipos cayeron a lo largo del año 1993, el precio de los bonos y obligaciones se disparó al alza, de forma que el valor del patrimonio y el valor liquidativo de los fondos registraron un notable incremento. En el reciente repunte de los tipos de interés, el mecanismo sigue funcionando igual: caída de cotización de los bonos y obligaciones y, por lo tanto, disminución del valor liquidativo.

No les quiero contar la que se puede armar si la inflación se dispara al 5% y la rentabilidad de los bonos llega al 7% desde los niveles actuales. Esto supondría pérdidas anuales cercanas al 30%.

Teniendo en cuenta que en España hay 225 mil millones de euros en fondos de inversión, con 7,2 millones de participes, y que la gran mayoría está en productos de renta fija, el escenario que se nos presenta –de verificarse mi hipótesis– sería desolador. Se confirmaría finalmente lo que empezamos a sospechar: que muchos de los ahorradores caerían ante los hechizos de la inflación y, privados de voluntad, serían esclavos de su falta de anticipación.

En Libre Mercado

    0
    comentarios
    Acceda a los 2 comentarios guardados