Menú
Hana Fischer

La separación de poderes

Lo que diferencia una república de una tiranía no es la forma en que se elige a los gobernantes, sino la descentralización y limitación del poder.

La Ilustración es el período histórico caracterizado por el surgimiento de notables pensadores, en los siglos XVII-XVIII, que tenían muy claro que el poder absoluto –en cualquiera de sus variedades– es la causa de muchos de los males que agobian a la gente. Ellos mantenían que el sistema ideal es aquel donde el ciudadano y sus derechos naturales están por encima de los intereses de los gobernantes.

Debido a esa convicción, se esforzaron por descubrir los principios generales que sustentan las sociedades de hombres libres y todos llegaron a la misma conclusión: es esencial que el poder esté fragmentado, a varios niveles e independientes entre sí, con controles y contrapesos, para impedir el surgimiento de déspotas.

Entre esos pensadores, el Barón de Montesquieu (1689-1755) ocupa un lugar muy destacado. En su obra cumbre, El espíritu de las leyes, expresa que "la libertad política, en un ciudadano, es la tranquilidad de espíritu que proviene de la opinión que cada uno tiene de su seguridad; y para que se goce de ella, es preciso que sea tal el Gobierno que ningún ciudadano tenga motivo de temer a otro". Pero "cuando los poderes Legislativo y Ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona (...) no hay libertad, porque es de temer que (...) hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo".

Así sucede también cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y, estando unido al segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la fuerza misma que un agresor.

De estos conceptos se desprende que lo que diferencia una república de una tiranía no es la forma en que se elige a los gobernantes, sino la descentralización y limitación del poder.

Lamentablemente, América Latina se caracteriza hoy por una creciente y pronunciada degradación de sus instituciones. Montesquieu mantenía que "en un Estado en que un hombre solo o una corporación (...) administrasen los tres poderes (...) todo se perdería enteramente". ¿Seguiremos avanzando por ese mal camino?

En Sociedad

    0
    comentarios